sábado, 30 de abril de 2011

Xerión - Cantares das loitas esquecidas (2010)


1. Badaladas funerais no esmorecer da Lúa
2. O espertar do Xerión
3. A alquímica dexeneración da ialma
4. Onde a victoria agarda
5. Nas verdes fragas de Amh-Ghad-Ari
6. Cantares das loitas esquecidas
7. Morte na iauga
8. Loitas na néboa (Taunusheim cover)
9. Pvtrefacta anima nostra

Después de una época de hiperactividad, parece que los orensanos decidieron tomarse las cosas con un poco más de calma, y en los últimos tres años sólo sacaron un EP y, ahora, este nuevo larga duración, segundo en su carrera, obviamente sin contar la gran cantidad de EPs y maquetas del 2007 para atrás. Su título es Cantares das loitas esquecidas, que no tiene nada que ver, como ya oí de un par de personas, con lolitas enloquecidas; la traducción sería “cantares de las luchas olvidadas”.

Quien haya escuchado a Xerión anteriormente no se llevará ninguna sorpresa con estos Cantares. Eso no significa que sean repetitivos, pero se mantienen en su sonido sin grandes cambios; y al mismo tiempo, últimamente parece que están explorando una faceta un poco más épica. Si bien hay temas que recuerdan al Xerión de toda la vida (“A alquímica dexeneración da ialma”, además el título es muy propio de de ellos también, o “Morte na iauga”), junto a ellos hay otros que incorporan elementos menos habituales, como el principio de “O espertar do Xerión”, un minuto durante el cual se van agregando instrumentos gradualmente; no es lo más original del mundo pero hace muy buen efecto. Pero la canción que más me sorprendió es “Onde a victoria agarda”, posiblemente la canción más épica que compusieron, efecto logrado sobre todo por un coro que acompaña a las estrofas y que no puedo evitar relacionar con algunos grupos de “viking metal” (chámalle X) del norte de Europa. “Cantares das loitas esquecidas” es otra bastante épica, pero en este caso no hay coros.

Las melodías y riffs son grandiosos. No entiendo mucho de técnica ni de composición, pero creo que Xerión sería un grupo del montón si no fuera por sus impresionantes líneas melódicas, muchas de ellas de marcada influencia céltica. También ayudan las gaitas y flautas esporádicas, que sin llegar ni de lejos a convertirlo en folk metal le dan un aire muy enxebre. “Nas verdes fragas de Amh-Ghad-Ari” es genial en ese sentido, buenísima, mi preferida del disco, y de Xerión en general junto con el corto pero intenso “Akelarre” que abría su larga duración del 2007, “Nocturnal misantropía”. Otra que está muy bien es “Loitas na néboa”, pero no cuenta porque es una versión y tampoco se diferencia demasiado de la original (“Nebelkämpfe”, de Taunusheim).

Si hay alguna pega es el final del disco. Termina como empieza, con un coro que parece canto gregoriano, pero al final mete uno o dos minutos de caña burra que no sé muy bien a qué viene, ni hace buen efecto, a mi parecer. Pero sólo es una pequeña mancha en un álbum que sin duda merece la pena.




Nas verdes fragas de Amh-Ghad-Ari

viernes, 22 de abril de 2011

La tarde en la que acabó el mundo

El otro día fui a leer el artículo de la semana de un escritor al que sigo y me encontré con un relato acerca del fin del mundo. No deja de ser coincidencia que, en una época en que tengo todo el rato en la cabeza el tema del fin del mundo (fanboy que es uno), justo esta semana le da al hombre por escribir un relato, cosa que casi nunca hace, y precisamente sobre esta temática. La verdad es que me gustó bastante su visión del fin, así que la voy a copiar aquí para disfrute de quien se lo haya podido perder. Por cierto, y aunque no le llegue ni a la suela de los zapatos, aprovecho para comentaros que yo también redacté, hace cosa de mes y medio, una versión del maailman vitun loppu, como diría un finlandés malhablado, que en principio pretendo publicar aquí tarde o temprano. Seguro que alguno de los presentes ya dedujo por dónde van los tiros. En fin, os dejo con el cartaginés. Ustedes lo disfruten.



La tarde en la que acabó el mundo

La tarde en la que acabó el mundo se besaron en la ventana, enlazados el uno con el otro. La luz declinaba afuera, apagándose poco a poco: todavía era rojiza y dorada en la distancia, tras los edificios que se recortaban en ella, mientras las primeras sombras oscurecían los ángulos de calles y edificios. Abajo no había pánico, ni carreras, ni gritos de desesperación. Una multitud serena caminaba despacio por la ciudad: parejas abrazadas, niños que iban de la mano de sus padres, ancianos parados un momento en las aceras, que miraban alrededor como quien busca identificar un rostro o un recuerdo. En los semáforos destellaban intermitentes las luces color ámbar, los coches se dejaban en la calle con las puertas abiertas, y algunos de sus propietarios ni siquiera apagaban el motor antes de alejarse lentamente, sin mirar atrás.

Las últimas tiendas se vaciaban, aunque nadie encendía los rótulos luminosos ni los escaparates. No había saqueos, ni disturbios; los policías caminaban en calma, despojándose indiferentes de sus armas y sus insignias. Los bomberos no tenían nada que hacer: estaban sentados en las escaleras de sus parques y en la puerta de los garajes, ociosos junto a sus camiones cromados y rojos, sonriendo a quienes los saludaban despidiéndose. Por toda la ciudad la gente se decía adiós igual que si fuera Navidad, estrechándose amable la mano o besándose en la cara. Casi todos sonreían serenos y melancólicos, como después de una cena o una fiesta agradable. En las aceras, inmóviles pese a no llevar correa ni estar atados, algunos perros aguardaban pacientes a sus amos, lamiendo las manos de los niños que, al pasar por su lado, los acariciaban.

El edificio estaba sin gente, desiertas las escaleras y vacíos los pisos. No había otro sonido que una música antigua, como de viejo gramófono, que sonaba en algún lugar cercano y llegaba a través de la ventana. En la habitación, el televisor estaba apagado. La luz decreciente oscurecía los lomos de los libros en sus estantes hasta hacer ilegibles las letras doradas de los títulos, y apagaba el rojo intenso del vino en las grandes copas de cristal que estaban sobre la mesa. Había un cuadro en la pared: un lienzo antiguo hecho de claroscuros, del que ya no podía verse otra cosa que trazos de sombras. Todo se oscurecía lentamente, y él propuso encender una luz; pero ella movió con infinita dulzura la cabeza y le puso dos dedos en los labios, como para rogarle que no pronunciase más palabras. De manera que permanecieron callados junto a la ventana, el uno junto al otro, haciéndose compañía en la última claridad del último día.

Se estaba bien allí, pensaron. Aguardando inmóviles y tranquilos mientras veían desvanecerse mansamente todo. Jamás, hasta esa tarde, imaginaron que pudiera ser así, en aquella inusitada paz desprovista de miedo o remordimientos. Alzaron la vista al mismo tiempo para mirar arriba, sobre la ciudad. En el cielo sin nubes ni viento, cuyo color cambiaba del rojizo nacarado a un azul cada vez más oscuro, más allá de la línea de edificios y tejados que se recortaba en el horizonte de la ciudad, se deshacía la estela de condensación del último avión que había cruzado el cielo del mundo. Cuando bajaron de nuevo los ojos, la calle estaba casi vacía. Entre la última gente que se decía adiós en las aceras vieron rostros que se parecían a los de seres queridos muertos mucho tiempo atrás. Y cuando la luz decreció más y la ciudad empezó a velarse definitivamente de sombras, todavía les fue posible distinguir al extremo de la calle, a lo lejos, la rueda del kiosco de feria que seguía dando vueltas silenciosas en el parque vacío, con un niño solitario subido a uno de los caballitos.

Él abrió la boca para decir una última palabra que lo resumiese todo, pero ella volvió a ponerle los dedos sobre los labios. Luego, estrechándose contra él, lo besó por última vez. Después se apartó un poco y volvió a mirar la calle casi desierta, los últimos transeúntes alejándose despacio por las aceras. Sonaba todavía, a través de la ventana, la música apagada del viejo gramófono. A lo lejos, en el parque, los caballitos de feria seguían dando vueltas en la penumbra, aunque el niño había desaparecido. Eso fue lo único que hizo que él sintiera, por un instante, un estremecimiento de melancolía, o de incertidumbre. Ella pareció advertirlo y se enlazó de nuevo a su cintura. Entonces él movió la cabeza, resignado, mientras sonreía a las sombras que ya lo anegaban todo. Luego le pasó a ella un brazo por los hombros, estrechándola contra sí. Y de ese modo, abrazados, muy quietos y serenos, vieron extinguirse la última luz.


Arturo Pérez-Reverte, 18·IV·2011
Foto: una calle de Припять / Prípiat

domingo, 17 de abril de 2011

Kromlek - Finis terræ (2011)


1. Iron Age Prelude 01:45
2. Nekropolis' Fall 05:07
3. Angrlióð 05:09
4. The Cocoon 06:40
5. Mantikor 03:55
6. Manjushri aus mir 04:08
7. Moritvrvs Immortalis 05:14
8. Ad Rvbiconem 03:17
9. Bastion 04:26
10. Creation’s Crowning Glory 05:20
11. Metropolitan Roots 04:10
12. Egophaneia 02:45
13. Finis Terræ 15:46

Total: 01:07:42

Pues mira tú qué cosas, que cogí el disco este sin demasiadas ganas y sin sonarme el grupo de nada (a pesar de ser ya su tercer trabajo), y cuando terminé de escucharlo me pregunté por qué rayos no había conocido antes a estos alemanes. Finis terræ es un disco muy grande, me sorprendieron. Luego me enteré de que cambia bastante respecto a los anteriores, pero de eso hablaré después. Para que te hagas una idea aproximada, su música actual puede describirse a partir de Equilibrium, creo yo, porque tienen algunas melodías parecidas, la voz es del mismo estilo, etcétera; pero Kromlek presenta algunos toques más power en la mayoría de las canciones. Además también me llamó la atención el hecho de que no tienen reparo ninguno a la hora de meter teclados, no sólo por su abundancia (llegan a tener total protagonismo en muchos momentos) sino porquea ratos tienen influencias casi industriales, por ejemplo el inicio de "Manjushri aus mir". O sea que ya tenemos receta: coge una base de Equilibrium, échale un poco de Gamma Ray y otro poco de Rammstein... ¡typical Deutsche, oigan!

Por curiosidad estuve escuchando un poco por encima algunas canciones de los discos anteriores, que son dos, y pude comprobar que el primero es totalmente folklórico/acordeónico/tabernario, un poco al estilo de Trollfest y compañía, además de bastante corto; mientras que el segundo, sin abandonar ese sonido en algunas canciones, tiene otras un poco más elaboradas. Visto lo visto no creo que vaya a escuchar el primero nunca, la verdad; el segundo probablemente sí. En cualquier caso, Finis terræ está muy lejos de ese primero; ya no hay acordeonismo borrachuzo por ningún lado (por suerte, añado yo) y todo toma un cariz mucho más progresivo y esmerado, con muy diversas influencias perfectamente fusionadas y un resultado general sólido y compacto, así como difícil de describir.

Las letras están en varios idiomas: creo que alemán e inglés son los que predominan, pero también hay algo de árabe y no me extrañaría encontrar latín. En una canción usaron un sitar eléctrico, en otra tienen a dos pavos de Heidevolk haciendo coros... Desde el blastbeat de "Angrlióð" y las influencias melodeath de "Bastion" hasta la tranquila melodía que acompaña a una voz infantil, rota al final por otra robótica, en "Egophaneia", pasando por los momentos industriales como el principio de "Manjushri aus mir", los más power como "The cocoon" y los más sinfónicos y cuasi-nightwishianos de "Moritvrvs immortalis"... para llegar finalmente a los casi dieciséis minutos de la magnífica y progresiva "Finis terræ", todo el álbum rezuma calidad compositiva, aderezada con épicos coros bastante trabajados que a menudo se alternan entre sí, y también con una excelente labor a los teclados, que algunos quizá encuentren excesivo; puede que esto sea lo único que eche atrás a quienes no gusten tanto de electrónica en el metal. A mi gusto quedan genial. Y finalmente la producción es envidiable.

Vuelvo a lo que dije al principio: una sorpresa de disco, a ratos demasiado similar a Equilibrium pero en cualquier caso recomendado para todo el que le guste el metal sinfónico extremo con toques power. O lo que sea eso. Ellos se etiquetan como "urban pagan metal". Chámalle X.

miércoles, 13 de abril de 2011

We Will Rock You (fast) - studio version


¡Sí! ¡Existe! Según la Wikipedia, la grabaron ya en 1977 para un programa de la Radio 1 británica. Luego apareció por ahí en botapiernas y en el 2002 salió oficialmente en un CD que regalaban con el desperdicio de materias primas y energía The Sun. Ahora veo que ya estaba subida en el Youtube, pero diré en mi descargo que la más antigua es de hace siete meses y cuando yo la busqué no existía. En cualquier caso, ahora ya está también en el Goear. Gracias a Fernando, de Queen Spain, por subir la recopilación de rarezas.



Creo que la portada que puse ahí arriba no se corresponde con esta versión.

domingo, 10 de abril de 2011

Canciones que hay que oír (primavera 2011)


Ustedes disculpen el largo lapso entre par y par de canciones, pero últimamente vivo sin vivir en mí. Hoy van dos canciones escandinavas para todos los públicos. La primera es de Nightwish, ese grupo que en la actualidad es tristemente conocido por esa horterada discotequera llamada "Wish I had an angel", pero que originalmente era uno de los mejores grupos sinfónicos. En realidad siguen teniendo canciones muy buenas, decir que se pasaron totalmente al punchi punchi sería faltar a la verdad (al menos de momento), pero el último disco parecía que quería tender hacia eso. A finales de este año o principios del que viene sacan disco nuevo, a ver qué tal. A lo que íbamos: una canción de Nightwish que considero que hay que oír es "Elvenpath", la que abre el primer disco, Angels fall first. Creo que en realidad es de las clásicas que tocan siempre (o tocaban, antes de echar a Tarja), pero me toca las narinas que ahora se les identifique con el estilo más modernete al que tienden ahora y me apetece destacar su primera época.

La segunda es también la que abre un debut, en este caso el de los suecos Sabaton: "Primo victoria", del disco homónimo, que para mí sigue siendo de sus mejores canciones. Conocí al grupo porque iban de teloneros de Edguy y me encantaron; por entonces sólo tenían un disco y los sigo desde entonces. Considero que su trayectoria es una campana de Gauss invertida: empezaron con un discazo; el segundo, Attero dominatus, está también muy bien pero un poquito menos; el tercero, Metalizer (que en realidad es el primero que grabaron pero tardaron en sacarlo) es un tanto aburridete; The art of war vuelve a tener calidad para dar y regalar y el Coat of arms se sale. Además tienen un estilo muy propio y reconocible, y de momento y que yo sepa, no hay muchos grupos imitadores, que a veces son más una desgracia que otra cosa. Heavy metal machacón, abundancia de teclados y voz potentorra. Idóneo todo ello para hablar constantemente de guerras mundiales.

Nightwish - Elvenpath



Sabaton - Primo victoria


Por cierto, hace un par de días apareció la nueva versión de los Metal Archives. Espero que redirijan los antiguos enlaces ahí, o que mantengan la página antigua (serían solamente un puñado de archivos de texto en PHP, menos de lo que parece), o algo, porque si no se romperán millones de enlaces en todo internet...