Hoy, por primera vez, un débil humano se hizo amigo de Heimdall y consiguió que le dejara entrar hasta aquí. Sus proezas se relatarán en el poema épico Crocheida (release date TBA); como teaser trailer tenemos la crítica de un cómic de Alan Moore. Así pues, hoy toca entrada tebeística, colaboración del intrépido Crochets. Ustedes la disfruten.
Imagina una ciudad completamente poblada por superhéroes. Todo el mundo, desde los niños a los ancianos, tiene algún tipo de poder o habilidad, un alter ego rimbombante y un uniforme adecuadamente extravagante. Imagina lo difícil que tiene que ser gobernar una ciudad como esa, qué tipo de leyes se tienen que redactar, y cómo se las verán los policías de la misma para conseguir que se cumplan.
Con esta interesante premisa arranca Top Ten, serie limitada del genial Alan Moore (Watchmen, V de Vendetta), acompañado por el dibujante Gene Ha y Zander Cannon como bocetista. Si uno conoce un poco la obra de Moore se da cuenta de que es un maestro en el tratamiento psicológico de sus personajes, y que se aleja de los tópicos en los cómics de superhéroes.
Porque en Top Ten no nos encontraremos con las típicas aventuras de Spiderman, Batman u otros clásicos del género, con un supervillano con un plan rocambolesco para dominar el mundo o acabar con nuestro protagonista. No, en esta obra nos encontramos con el cuerpo de policía de Neópolis persiguiendo a traficantes de drogas, proxenetas, violadores o prostitutas… todos ellos ‘cientihéroes’, monstruos, villanos o incluso dioses. Alan Moore sabe recoger todos los elementos visuales y llamativos de los superhéroes y utilizarlos para contar una historia ramificada, considerablemente madura y profundamente real. Y lo hace sin perder el sentido del humor, si bien bastante irónico (marca de la casa).
La estructura del argumento me recuerda a la serie de televisión americana The Wire (aunque ésta es posterior al cómic), porque un caso concreto no se resuelve en un capítulo, sino que se desarrolla a lo largo de todo el tomo (que equivale a los 12 números en los que originalmente se publicó), mezclándose con otros sucesos. Puede que un policía sea retirado de un caso para atender otro, puede que en un caso en concreto no se avance nada, pero puede que otro sea trivial y no lleve apenas tiempo. Vamos, como en la realidad. Sólo que en la realidad los agentes no miden dos metros y medio, son azules e invulnerables; o “hablan con Satán”; o son capaces de disparar electricidad por la cabeza o volverse intangibles. Pero, y esto es otro punto que comparte con The Wire, los mismos agentes son increíblemente ricos en matices. Y profundos.
Tenemos a Irma Geddon, una señora de unos cuarenta y cinco años cuyo marido está en el paro, que se enfrenta a los delincuentes con una armadura estilo Iron Man. Tenemos a Robyn Slinger (que se puede considerar protagonista), una joven recluta que tiene que compaginar la novedad de trabajar de policía con cuidar de su padre enfermo, mientras intenta llevarse bien con su compañero, Smax. Este último, que propició un spin-off, me parece uno de los personajes más previsibles: el grandullón mal encarado y fuerte que, en el fondo, no es mal tipo, pero no lleva muy bien lo de expresarse y ser sensible. Aún así, es real (el mundo está lleno de gente así), y a mí me encanta.
Está también el sargento César, que es ¡un dobermann!, o Bob “A Ciegas” Broker, un taxista con “sentidos zen”, la minoría étnica de los robots (algunos se adaptan e incluso entran en el cuerpo de policía, otros viven en ghettos)… Un sinfín de personajes y situaciones divertidas, y que satisfacen porque son creíbles sin ser manidas.
Los entendidos encontrarán numerosas referencias y guiños a otros tebeos. Por ejemplo, es enormemente divertido buscar en los fondos de las viñetas, en las que abundan anuncios, transeúntes y otros detalles de clara procedencia (un cuadro cubista en casa de una policía que representa a los Cuatro Fantásticos o una valla publicitaria que dice “No te gustaría verme desnudo. Pantalones Gamma, tela irrompible”). Y una mención especial merece el asunto de la ‘plaga’ en la casa de Mrs. Bodine, y el cacao en el que desemboca: “Si reunes suficientes cientianimales […] las cosas empiezan a crecer. Se te dispara un crossover de crisis y guerras secretas…”
En conclusión, Top Ten es un cómic de superhéroes, pero con un guión a la altura de muchas películas de policías, o una serie de detectives, pero con el frescor de los tebeos de superhéroes. Y a quien le guste, le recomiendo también la precuela Top Ten: Forty-niners, del mismo equipo creativo.
¡Gracias por leer!
Imagina una ciudad completamente poblada por superhéroes. Todo el mundo, desde los niños a los ancianos, tiene algún tipo de poder o habilidad, un alter ego rimbombante y un uniforme adecuadamente extravagante. Imagina lo difícil que tiene que ser gobernar una ciudad como esa, qué tipo de leyes se tienen que redactar, y cómo se las verán los policías de la misma para conseguir que se cumplan.
Con esta interesante premisa arranca Top Ten, serie limitada del genial Alan Moore (Watchmen, V de Vendetta), acompañado por el dibujante Gene Ha y Zander Cannon como bocetista. Si uno conoce un poco la obra de Moore se da cuenta de que es un maestro en el tratamiento psicológico de sus personajes, y que se aleja de los tópicos en los cómics de superhéroes.
Porque en Top Ten no nos encontraremos con las típicas aventuras de Spiderman, Batman u otros clásicos del género, con un supervillano con un plan rocambolesco para dominar el mundo o acabar con nuestro protagonista. No, en esta obra nos encontramos con el cuerpo de policía de Neópolis persiguiendo a traficantes de drogas, proxenetas, violadores o prostitutas… todos ellos ‘cientihéroes’, monstruos, villanos o incluso dioses. Alan Moore sabe recoger todos los elementos visuales y llamativos de los superhéroes y utilizarlos para contar una historia ramificada, considerablemente madura y profundamente real. Y lo hace sin perder el sentido del humor, si bien bastante irónico (marca de la casa).
La estructura del argumento me recuerda a la serie de televisión americana The Wire (aunque ésta es posterior al cómic), porque un caso concreto no se resuelve en un capítulo, sino que se desarrolla a lo largo de todo el tomo (que equivale a los 12 números en los que originalmente se publicó), mezclándose con otros sucesos. Puede que un policía sea retirado de un caso para atender otro, puede que en un caso en concreto no se avance nada, pero puede que otro sea trivial y no lleve apenas tiempo. Vamos, como en la realidad. Sólo que en la realidad los agentes no miden dos metros y medio, son azules e invulnerables; o “hablan con Satán”; o son capaces de disparar electricidad por la cabeza o volverse intangibles. Pero, y esto es otro punto que comparte con The Wire, los mismos agentes son increíblemente ricos en matices. Y profundos.
Tenemos a Irma Geddon, una señora de unos cuarenta y cinco años cuyo marido está en el paro, que se enfrenta a los delincuentes con una armadura estilo Iron Man. Tenemos a Robyn Slinger (que se puede considerar protagonista), una joven recluta que tiene que compaginar la novedad de trabajar de policía con cuidar de su padre enfermo, mientras intenta llevarse bien con su compañero, Smax. Este último, que propició un spin-off, me parece uno de los personajes más previsibles: el grandullón mal encarado y fuerte que, en el fondo, no es mal tipo, pero no lleva muy bien lo de expresarse y ser sensible. Aún así, es real (el mundo está lleno de gente así), y a mí me encanta.
Está también el sargento César, que es ¡un dobermann!, o Bob “A Ciegas” Broker, un taxista con “sentidos zen”, la minoría étnica de los robots (algunos se adaptan e incluso entran en el cuerpo de policía, otros viven en ghettos)… Un sinfín de personajes y situaciones divertidas, y que satisfacen porque son creíbles sin ser manidas.
Los entendidos encontrarán numerosas referencias y guiños a otros tebeos. Por ejemplo, es enormemente divertido buscar en los fondos de las viñetas, en las que abundan anuncios, transeúntes y otros detalles de clara procedencia (un cuadro cubista en casa de una policía que representa a los Cuatro Fantásticos o una valla publicitaria que dice “No te gustaría verme desnudo. Pantalones Gamma, tela irrompible”). Y una mención especial merece el asunto de la ‘plaga’ en la casa de Mrs. Bodine, y el cacao en el que desemboca: “Si reunes suficientes cientianimales […] las cosas empiezan a crecer. Se te dispara un crossover de crisis y guerras secretas…”
En conclusión, Top Ten es un cómic de superhéroes, pero con un guión a la altura de muchas películas de policías, o una serie de detectives, pero con el frescor de los tebeos de superhéroes. Y a quien le guste, le recomiendo también la precuela Top Ten: Forty-niners, del mismo equipo creativo.
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