Este fin de semana fui por primera vez a la Romería Vikinga de Catoira, coincidiendo con su quincuagésimo aniversario, cincuenta años más tarde de que a aquella asociación de intelectuales llamada Ateneo do Ullán se le ocurriera celebrar el desembarco del rey Ulfo en las tierras del Ulla. La verdad es que ya le tenía ganas, y lo único de lo que me arrepiento es de no haber ido más veces. Las actividades empezaron el fin de semana anterior: que si rapa das bestas (¿cómo se dice eso en castellano? ¿Pelado de los caballos?), que si obras de teatro, regatas de piraguas, conferencias y cosas así. Pero el plato fuerte es el primer domingo de agosto, con el famoso desembarco, y la noche anterior.
Pero vamos por partes. Mis amigos y yo llegamos allí el sábado pasada la media tarde. Un par de horas después, a las 22:00, estaba programada la cena vikinga, para la que no nos habíamos apuntado, entre otras razones porque había que llevar disfraz obligatoriamente, del cual carecíamos, y lo planeamos todo con poca antelación; así que nos fuimos a dar un paseo hasta las Torres do Oeste, a ver qué había por allí. Estábamos llegando cuando nos adelantó una especie de Papá Noël vestido con túnica, cuyas facciones parecían extranjeras, concretamente nórdicas; en un principio no le dimos mayor importancia, pero al llegar al tenderete de los cuernos había más gente vestida como él y hablaban en raro. Pronto averiguamos que se trataba de una asociación danesa llamada
Vikingespil, que se dedica a la representación teatral de cualquier cosa que tenga que ver con vikingos, con atuendo históricamente fidedigno y demás. Esa asociación tiene su base en la ciudad danesa de Frederikssund, la cual está hermanada con Catoira, y fueron invitados por tercera vez (las anteriores fueron en 1993 y 1994) para representar una obra durante toda la semana; la de este año se llamaba
Arnulf Fenrisfrænde (Arnulf, el amigo de Fenris). Aunque "grupo de teatro" suena a pocas personas, eran ciento y pico, me parece que ciento diez o así. Festival vikingo con vikingos de verdad y sus tremendamente hermosas vikingas, ¿qué más se puede pedir?
Como ya dije, y para nuestro creciente arrepentimiento, no nos quedamos a la cena, sino que nos fuimos a por nuestros propios víveres, mientras a nuestras espaldas oíamos el concurso de berridos daneses versus gallegos. Un rato más tarde volvimos a las torres para presenciar el tradicional Desembarco da Paz, en el que unos vikingos se suben a un drakkar y dan una vuelta por la desembocadura del Ulla, para después desembarcar en el mismo sitio, donde les espera el resto de la gente sujetando antorchas. Cabe comentar que el Concello de Catoira posee dos réplicas de drakkars auténticos, uno hallado Dinamarca (Frederikssund, precisamente) y otro en Suecia. Este año, el acto les salió medio rana porque encallaron y tardaron un montón en volver, pero la procesión dos fachos, o procesión de las antorchas (mentira podrida, no era procesión ninguna, que estábamos todos quietos), fue algo muy bonito visualmente, además el ambiente estaba tranquilo y se estaba de puta madre allí. Había menos gente de la que me esperaba, igual quinientas personas o así. Después hubo grupos folklóricos un rato, y poco después de media noche se hizo la queimada, con bruja pintada y conxuro incluidos. Mouchos, curuxas, sapos e bruxas. Al terminar el conjuro hubo fuegos artificiales durante un par de minutos (creo que nunca antes había estado verticalmente justo debajo de unos fuegos artificiales) y a continuación subimos por la pasarela a por nuestra cunca/cuenco de tan dulce y no menos pegajoso brebaje. ¿Cuál fue la única pega? Que acabó enseguida. Estuvimos un rato ligeramente apartados hablando con una pareja sueca que nos encontramos, muy majos ellos, y cuando nos dimos la vuelta ya no quedaba casi nadie; los que no se habían ido a no sé qué conciertos que había en una plaza del pueblo, se habían ido al chunda chunda que había en otra plaza, detrás de la estación, que es adonde fuimos nosotros. Por cierto, a esa pareja sueca me la encontré otra vez el día siguiente y me hice una foto con ellos, pero en el momento no se me ocurrió pedirles algún medio de contacto; así que, Kristina, Thomas, si por una de esas casualidades de la vida leéis esto, haced el favor de contactar conmigo en moonsorrowbio[a]gmail[.]com ;)
A la mañana siguiente tuvo lugar el desembarco que le da fama a la fiesta, y ahí sí que se congregó una multitud tremenda, no me atrevo a decir cifras pero sin duda había varios millares de personas. Los alcoholizados atacantes venían en dos barcos, uno lleno de daneses y otro lleno de gallegos; el primero que vi llegar, el de los gallegos, fue el que seguí, y me perdí el desembarco de los daneses, pero más tarde me contaron que no me había perdido nada porque fueron de lo más sosos, gritaban un poco y levantaban los brazos pero caminaban con calma. Por contra, los gallegos, que además estaban en la orilla difícil, se pusieron a berrear como energúmenos, a subir corriendo por las piedras, a llenarse las rodillas de heridas y todas esas cosas verdaderamente divertidas que se esperan de un desembarco de vikingos.
A partir de ahí, la fiesta se convirtió en algo más acorde con los estándares (los estándares gallegos al menos), con la gente comprando vino en los puestos para tirárselo encima y cosas así. A destacar los dos o tres aguerridos gladiadores, colocados en distintos puntos de la zona, que retaban a los presentes a luchar por un trago del barril de vino. El punto negativo en lo tocante a la ambientación lo pusieron los tamborileros que iban con bongos y silbatos tocando ritmos brasileños, disfrazados de vikingos, eso sí. Pero en ese momento la ambientación ya importaba poco, habiéndole cedido todo el terreno al baile, la fiesta y el desmadre generalizado, que es lo que le gusta a la gente... y realmente tampoco me parece tan mal, por poco que me gusten los Carlinhos Brown, con cuernos o sin ellos.
Para ir terminando hay que decir que los anfitriones catoirenses, aunque lógicamente, por ser un puebliño pequeño, eran minoría, se mostraron muy hospitalarios, contestando siempre amablemente a quienes les preguntaban por rutas o lugares, y alguna hasta nos acompañó. Los daneses eran unos personajes, y cuando les pregunté si me podía sacar una foto con true vikings like you, me abrazaron y se pusieron a gritar levantando los cuernos mientras otro capturaba el momento. La mayoría de la gente era de fuera, pero no sólo de otras partes de Galicia, sino también de toda España (asturianos, madrileños...) e incluso de otros países europeos , no sólo los daneses (la pareja sueca, algún belga, y los que no vi). No sabía que esta fiesta fuera tan conocida fuera del país, ni siquiera que fuera famosa fuera de Galicia. En fin, "cuantos más seamos, más nos reímos", no se le vio ningún mal gesto a nadie, ni de aquí ni de fuera, y el ambiente fue inmejorable.
En definitiva, una muy buena fiesta, a pesar de lo corta que fue ambos días, sobre todo el sábado, y a la que espero volver más veces. Sólo me queda un poco de pena de no haber visto el teatro danés. Si alguien se pregunta cómo rayos hicieron unos daneses para entretener a un público español con una obra de teatro cuando ninguno sabe el idioma de los otros, pues fue muy sencillo: unos gallegos grabaron las voces de toda la obra, y los nórdicos la representaron en silencio. O eso es lo que pude averiguar con el traductor de Google... Otra cosa digna de comentarse es el atuendo de locales y foráneos. No hace falta ni verles la cara para distinguir de dónde es alguien: si ves un vikingo vestido con una túnica más bien sencilla, un Mjølner (martillo de Thor) al cuello, como mucho una cota de malla y poco más, no te quepa duda de que es danés y sabe un poco del asunto; si, por contra, ves a uno con un casco con cuernos, armadura exagerada, lleno de pieles y demás elementos que salen en las películas y en los videoclips de Turisas, ten por seguro que se trata de un gallego.