El otro día, en la crónica de Sabaton y Eluveitie, os prometía la de la noche siguiente. Pues bien, aquí está: los encargados de animar la velada del domingo fueron los yanquis Seven Kingdoms, los sueco-daneses Amaranthe y los grandes del power finlandés Stratovarius.
Los primeros en salir fueron los de Seven Kingdoms, con su power más bien clásico. Aunque la cantante se empleó a fondo desde el principio, le costó un buen rato hacerse con los eslovacos, que parecían desconfiados, y las primeras veces que animó a hacer palmas sólo tres o cuatro personas la seguimos. Sin embargo, según avanzaban los temas, el ambiente se iba caldeando también; hacia la mitad la gente ya estaba bastante motivada, y en las últimas ya todo el mundo levantaba los brazos y saltaba.
En mi opinión, la música que hacen estos chavales no es lo más novedoso, pero las canciones tienen buenas melodías y en directo funcionan de maravilla. A mí, al menos, me gustaron todas, y creo que la manera en que consiguieron animar a un público inicialmente tan estático fue todo un logro. Media hora bien aprovechada, bien por ellos.
Tras un rato de cambio durante el cual eché un vistazo a la fauna de la sala que me hizo encontrar, no sólo alguna que otra pareja de más de cuarenta, sino incluso una señora de sexagenaria para arriba que lucía con orgullo su camiseta powermetalera, salieron al escenario los poperos Amaranthe. Con lo reaccionario que suele ser el público metalero cuando sale un grupo de tendencia tan clara hacia el pop, me sorprendió ver a tanta gente con la camiseta y comprando CDs y vinilos, la verdad.
Pero sí, aproximadamente la mitad de los presentes parecían haber asistido por Amaranthe principalmente, y no creo que salieran decepcionados: en hora y cuarto, este grupo de tres cantantes (y por tanto tres «frontpeople») consiguió que el interés no decayera en ningún momento; hasta a mí, que nunca me interesaron lo más mínimo, me entretuvieron. Estribillos fáciles de aprender, samples electrónicos abundantes, voces limpias masculina y femenina y una gutural masculina (que, dicho sea de paso, no se cansa demasiado… digamos que le dan poco trabajo), bastante interacción con el público, sobre todo por parte del cantante «limpio»… Aburrido no fue, desde luego, y la chavala se ganó unas flores de algún fan.
Finalmente salieron los que realmente me interesaba ver esa noche. ¿Qué decir de Stratovarius? Aunque no sea mi grupo favorito, fue uno de los primeros que conocí cuando me metí en el mundillo de los melenudos, y por ello le tengo un cariño especial. Al concierto fui un poco en plan a ver qué pasa, porque internet me había chivado que tocaban muchas canciones cuyos títulos no me sonaban, sólo había oído su disco nuevo (Nemesis) un par de veces y con poca atención, y el anterior hace casi dos años que no lo escucho.
¿Cuál fue el resultado entonces? Pues bien, ¡me encantó! ¡Conocía todas las canciones! Efectivamente, tocaron muchas del último (seis de trece), pero un par de escuchas distraídas resultaron ser suficientes para corear los estribillos. ¿Significa esto que los temas son tan simplones que se aprenden a la primera, o que están tan bien hechos que consiguen quedarse en el oyente sin esfuerzo? Juzguen ustedes. Yo sólo sé que me lo pasé como un enano.
Arrancaron con «Unbreakable», del disco nuevo, para luego pasar ya a un clásico: «Speed of Light». La primera mitad del concierto la pasaron alternando nuevas con clásicos; y me gustaría puntualizar también que, de las canciones que tocaron y que no eran del nuevo trabajo, la más nueva era del 2003 («Eagleheart»). No me sorprende que se saltaran los dos últimos álbumes de Timo Tolkki, pero sí me extraña que no sonara ni una nota de los otros dos que sacaron sin él. Desde luego, habría sido una idea mejor que incluir dos solos, uno de bajo y otro de teclado. En mi opinión, los solos en los conciertos deberían estar prohibidos en algún tratado internacional; pero qué se le va a hacer, es lo que tiene la democracia. El resto del espectáculo, afortunadamente, compensó los solos.
Puede uno preguntarse qué tal está de voz el amigo Timo Kotipelto, vieja gloria de los agudos powerosos. Pues bien: ya no alcanza esos agudos, pero sigue teniendo una voz grandiosa. Por suerte, tampoco intenta hacer lo que no puede, a sabiendas de que sólo conseguiría quedar en ridículo y de que con un Andi Deris en el mundo basta; con lo que su interpretación fue muy buena, manteniéndose en los registros que realmente domina. En un momento dado, dijo que había estado malo de la garganta unos días atrás, «mi voz hoy es la que es», pero sinceramente no noté ningún problema destacable. Cantó genialmente, a mi ver.
Cerraron el repertorio principal con la esperada y coreadísima «Black Diamond», que supongo que oída desde fuera habría sido un descojone, porque tropecientas personas haciendo cada una su versión de los chillidos ultrasónicos del estribillo tiene que ser algo digno de un museo de los horrores. Los bises fueron la calmada «Forever» y, por supuesto, «Hunting High and Low», durante la cual hicieron el típico parón para hacer cantar al respetable el estribillo varias veces. Un rato más tarde me di cuenta de que no habían tocado «Paradise», cosa rara, pero tampoco la eché mucho de menos.
La única mancha del concierto, al igual que la noche anterior, fue un sonido quizá un poco saturado. Se oían todos los instrumentos pero había mucho ruido, con lo que me llevó unos instantes reconocer varias de las canciones, debido a que me costaba encontrar la melodía. Pero quitando eso, que tampoco es que fuera horroroso, salí bastante contento de la Majestic.
Los primeros en salir fueron los de Seven Kingdoms, con su power más bien clásico. Aunque la cantante se empleó a fondo desde el principio, le costó un buen rato hacerse con los eslovacos, que parecían desconfiados, y las primeras veces que animó a hacer palmas sólo tres o cuatro personas la seguimos. Sin embargo, según avanzaban los temas, el ambiente se iba caldeando también; hacia la mitad la gente ya estaba bastante motivada, y en las últimas ya todo el mundo levantaba los brazos y saltaba.
En mi opinión, la música que hacen estos chavales no es lo más novedoso, pero las canciones tienen buenas melodías y en directo funcionan de maravilla. A mí, al menos, me gustaron todas, y creo que la manera en que consiguieron animar a un público inicialmente tan estático fue todo un logro. Media hora bien aprovechada, bien por ellos.
Tras un rato de cambio durante el cual eché un vistazo a la fauna de la sala que me hizo encontrar, no sólo alguna que otra pareja de más de cuarenta, sino incluso una señora de sexagenaria para arriba que lucía con orgullo su camiseta powermetalera, salieron al escenario los poperos Amaranthe. Con lo reaccionario que suele ser el público metalero cuando sale un grupo de tendencia tan clara hacia el pop, me sorprendió ver a tanta gente con la camiseta y comprando CDs y vinilos, la verdad.
Pero sí, aproximadamente la mitad de los presentes parecían haber asistido por Amaranthe principalmente, y no creo que salieran decepcionados: en hora y cuarto, este grupo de tres cantantes (y por tanto tres «frontpeople») consiguió que el interés no decayera en ningún momento; hasta a mí, que nunca me interesaron lo más mínimo, me entretuvieron. Estribillos fáciles de aprender, samples electrónicos abundantes, voces limpias masculina y femenina y una gutural masculina (que, dicho sea de paso, no se cansa demasiado… digamos que le dan poco trabajo), bastante interacción con el público, sobre todo por parte del cantante «limpio»… Aburrido no fue, desde luego, y la chavala se ganó unas flores de algún fan.
Finalmente salieron los que realmente me interesaba ver esa noche. ¿Qué decir de Stratovarius? Aunque no sea mi grupo favorito, fue uno de los primeros que conocí cuando me metí en el mundillo de los melenudos, y por ello le tengo un cariño especial. Al concierto fui un poco en plan a ver qué pasa, porque internet me había chivado que tocaban muchas canciones cuyos títulos no me sonaban, sólo había oído su disco nuevo (Nemesis) un par de veces y con poca atención, y el anterior hace casi dos años que no lo escucho.
¿Cuál fue el resultado entonces? Pues bien, ¡me encantó! ¡Conocía todas las canciones! Efectivamente, tocaron muchas del último (seis de trece), pero un par de escuchas distraídas resultaron ser suficientes para corear los estribillos. ¿Significa esto que los temas son tan simplones que se aprenden a la primera, o que están tan bien hechos que consiguen quedarse en el oyente sin esfuerzo? Juzguen ustedes. Yo sólo sé que me lo pasé como un enano.
Arrancaron con «Unbreakable», del disco nuevo, para luego pasar ya a un clásico: «Speed of Light». La primera mitad del concierto la pasaron alternando nuevas con clásicos; y me gustaría puntualizar también que, de las canciones que tocaron y que no eran del nuevo trabajo, la más nueva era del 2003 («Eagleheart»). No me sorprende que se saltaran los dos últimos álbumes de Timo Tolkki, pero sí me extraña que no sonara ni una nota de los otros dos que sacaron sin él. Desde luego, habría sido una idea mejor que incluir dos solos, uno de bajo y otro de teclado. En mi opinión, los solos en los conciertos deberían estar prohibidos en algún tratado internacional; pero qué se le va a hacer, es lo que tiene la democracia. El resto del espectáculo, afortunadamente, compensó los solos.
Puede uno preguntarse qué tal está de voz el amigo Timo Kotipelto, vieja gloria de los agudos powerosos. Pues bien: ya no alcanza esos agudos, pero sigue teniendo una voz grandiosa. Por suerte, tampoco intenta hacer lo que no puede, a sabiendas de que sólo conseguiría quedar en ridículo y de que con un Andi Deris en el mundo basta; con lo que su interpretación fue muy buena, manteniéndose en los registros que realmente domina. En un momento dado, dijo que había estado malo de la garganta unos días atrás, «mi voz hoy es la que es», pero sinceramente no noté ningún problema destacable. Cantó genialmente, a mi ver.
Cerraron el repertorio principal con la esperada y coreadísima «Black Diamond», que supongo que oída desde fuera habría sido un descojone, porque tropecientas personas haciendo cada una su versión de los chillidos ultrasónicos del estribillo tiene que ser algo digno de un museo de los horrores. Los bises fueron la calmada «Forever» y, por supuesto, «Hunting High and Low», durante la cual hicieron el típico parón para hacer cantar al respetable el estribillo varias veces. Un rato más tarde me di cuenta de que no habían tocado «Paradise», cosa rara, pero tampoco la eché mucho de menos.
La única mancha del concierto, al igual que la noche anterior, fue un sonido quizá un poco saturado. Se oían todos los instrumentos pero había mucho ruido, con lo que me llevó unos instantes reconocer varias de las canciones, debido a que me costaba encontrar la melodía. Pero quitando eso, que tampoco es que fuera horroroso, salí bastante contento de la Majestic.
Unbreakable
Speed of Light
Halcyon Days
Distant Skies
Eternity
Dragons
(Solo de bajo)
Fantasy
Abandon
Eagleheart
Stand My Ground
(Solo de teclado)
Black Diamond
———
Forever
Hunting High and Low
Speed of Light
Halcyon Days
Distant Skies
Eternity
Dragons
(Solo de bajo)
Fantasy
Abandon
Eagleheart
Stand My Ground
(Solo de teclado)
Black Diamond
———
Forever
Hunting High and Low
Publicada originalmente en The Breathless Sleep el 16 de abril del 2013, archivada en Furia Asgardiana el 1 de mayo de 2019.