Desde que viera a Accept en marzo del año pasado teloneando a Sabaton, tenía muchísimas ganas de verlos de nuevo, y la noticia del paso por Budapest de su gira como cabezas de cartel fue una alegría. Allá que me fui de cabeza con expectativas muy altas, y se cumplieron todas.
Traían solamente un grupo telonero, el californiano Night Demon, uno de los muchos grupos de reciente fundación que hacen heavy metal clásico, a la manera de los 80. Tantos surgieron en los últimos años, que ya se habla de una NWOTHM, o New Wave of Traditional Heavy Metal; y por alguna razón, la mitad de las bandas de este renacimiento se concentran en los Estados Unidos, y la otra mitad, en Suecia. Pero me estoy yendo por las ramas. Sucede con la mayoría de estos grupos que su música, mejor o peor, es siempre entretenida, y Night Demon no es excepción: en sus tres cuartos de hora no hubo ni un minuto de aburrimiento, no sólo porque las canciones son pegadizas, sino también porque el trío desprende un montón de energía, y ni el guitarrista ni el cuello toro del cantante/bajista paran quietos. En su afán por recuperar lo clásico, en mitad de una canción salió un esqueleto con hábito negro y capucha y un cáliz en una mano, figura que aparece en la portada de su segundo y más reciente disco, Darkness Remains. Muy buena apertura para lo que estaba por venir, sin duda. Ah, y terminaron con una versión de «Wasted Years» de Iron Maiden.
Accept, para quien no lo sepa, vivió sus años de gloria en la década de los 80. Desde entonces, tras muchos años de idas y venidas y separaciones y reuniones, renacieron en el año 2009, cuando reclutaron al vocalista yanqui Mark Tornillo; y aunque hubo más cambios en la formación, desde entonces mantienen un ritmo constante de discos y giras, todo ello con una acogida abrumadora incluso de los antiguos seguidores, cosa poco común en estos casos (incluso extremadamente rara, porque ¿qué otros ejemplos se os ocurren?). Cuatro discos llevan ya en esta nueva época, y la gira actual es la presentación del cuarto: The Rise of Chaos.
El concierto fue fantástico en todos los sentidos. El repertorio, muy bien equilibrado entre material antiguo y nuevo: de 21 temas, 10 procedían de los cuatro álbumes de la nueva época, y el resto eran más antiguos. Además lo hicieron de manera inteligente: concentraron la mayoría de canciones nuevas, que conoce menos gente, en la primera mitad del repertorio, para luego descargar la mayoría de los clásicos antes de que se aburriera la parte del público que se quedó en los 90. Y hablando de clásicos, el pelotazo «Teutonic Terror», a pesar de ser del 2010, ya está en esa categoría con todos los honores, como demuestra el que lo metieran en los bises.
Wolf Hoffmann es un guitarrista increíble. Como animador, no deja de moverse aquí y allá ni de interactuar con el público; y como músico, toca lo que le echen con exquisito gusto. Aunque ignoro la autoría de las canciones en general, no me cabe duda de que es el responsable de que toda la producción de Accept esté plagada de homenajes a compositores clásicos, pues sacó un par de discos en solitario de versiones de música clásica. Sólo durante este concierto pudimos oír fragmentos de «La mañana» de Edvard Grieg, «Para Elisa» de Beethoven, el himno de Rusia, la «Marcha eslava» de Chaikovski, y alguna más que se me olvida; y el solo de guitarra, situado un poco a modo de división entre la primera y la segunda mitad del set, fue el «Bolero» de Ravel. Lo hizo de una forma muy curiosa: primero tocó el ritmo de fondo con una sola cuerda, dos veces seguidas. El técnico, desde la mesa de mezclas, grabó ese trocito y lo puso en bucle. Y sobre ese bucle, el amigo Wolf tocó la melodía.
Otro de los grandes momentos fue cuando Wolf y el bajista Peter Baltes, únicos miembros fundadores que aguantaron en el grupo desde 1976 hasta hoy, se vinieron al frente del escenario e iniciaron un diálogo: el bajo hacía una pequeña frase, el bajo respondía con otra, se picaban con la complejidad, de pronto uno de ellos rompía la escalada y tocaba algo simplón, el otro respondía con algo más rítmico... No será lo más innovador del mundo, pero actualmente ya no se ve tanto, y queda muy bien. Por supuesto, estupenda compenetración, y los dos con cara de pasárselo como enanos.
Si bien todo el grupo hizo un buen trabajo, el vocalista Mark Tornillo sobresale tanto como el señor Hoffmann. Con 63 años de edad, es el más viejo del grupo, y lo cierto es que sorprende ver a un señor de esa edad pegando esos gritos. Las comparaciones son odiosas, pero da igual, esta crónica es odiosa también: supongo que dos de los nombres que primero vienen a la cabeza al hablar de viejas glorias, o viejas voces gloriosas, son Bruce Dickinson (59 años) y Rob Halford (66). El primero es un portento que se cayó en la marmita de poción mágica cuando era pequeño pero no engordó, y aunque su voz ya no sea tan aguda, sigue teniendo un chorro potentísimo que no se agota aunque se pase horas corriendo por el escenario. El segundo es lo contrario: sigue cantando bien, pero tristemente ya no es lo que era, le cuesta mucho esfuerzo y se mueve por el escenario como si le cansara vivir (y me encanta Judas, que nadie piense lo contrario, y me encantará verlos de nuevo en la gira de este verano, si puedo). Mark, en energía como en edad, está en el medio de ambos: no da chimpos como un mono pero se mueve sin problema como si tuviera treinta años menos, y su voz, aunque a veces ponga cara de esfuerzo, suena igual que en los discos, a excepción de algún que otro agudo.
Lo menos enérgico del concierto no estaba en el escenario, sino delante de él; y es que no hay que esperar mucho movimiento de un público cuya media de edad está en los 45 años. Había niños con sus padres, había muchos de los veinteañeros y treintañeros que estoy acostumbrado a ver en los conciertos, pero sobre todo había mucho pelo blanco en lo que no eran calvas, y muchos señores y señoras (esto es lo menos habitual: señoras) de aspecto serio y formal, el tipo de personas que uno se espera encontrar detrás del mostrador de la farmacia o de la oficina de correos o de la mercería o jugando a las cartas en el centro cívico. La interegeneracionalidad es estupenda, pero una media de edad tan alta implica quietud, salvo por las pocas cabezas que se mueven rítmicamente un par de centímetros y quizá los de la primera fila; pero olvídate de una masa saltando, mucho menos un pogo.
En cualquier caso, la poca movilidad del público no empañó una estupenda actuación de un grupo que, contra todo pronóstico, volvió para arrasar de nuevo. Al menos, y por suerte, sí hubo bastantes gritos de Metal heart!, God bless ya! y Chugachor balls to the wall, meeen!
Accept en Budapest (Barba Negra Club), 21 de enero de 2018
Die by the Sword
Stalingrad
Restless and Wild
London Leatherboys
Breaker
The Rise of Chaos
Koolaid
No Regrets
Analog Man
Final Journey
Shadow Soldiers
Solo de guitarra (Wolf Hoffmann)
Neon Nights
Princess of the Dawn
Midnight Mover
Up to the Limit
Objection Overruled
Pandemic
Fast as a Shark
---
Metal Heart
Teutonic Terror
Balls to the Wall
Die by the Sword
Stalingrad
Restless and Wild
London Leatherboys
Breaker
The Rise of Chaos
Koolaid
No Regrets
Analog Man
Final Journey
Shadow Soldiers
Solo de guitarra (Wolf Hoffmann)
Neon Nights
Princess of the Dawn
Midnight Mover
Up to the Limit
Objection Overruled
Pandemic
Fast as a Shark
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Metal Heart
Teutonic Terror
Balls to the Wall
Budapest 2015, de wolfhoffmann.com |