martes, 1 de octubre de 2013

Carpathian Alliance 2013, día 2. 26 de julio de 2013 (Volosianka, UKR)

¿Has leído la primera parte? Antes de seguir con los grupos, comentemos un poco la parte extramusical. Este año hubo muchísima más gente que el pasado. No me atrevería a decir el doble… pero yo creo que tranquilamente el doble. Otra vez dos puestos de comida, aunque este año era un poco más cara y bastante peor: un bocata por dos euros, pero el bocata apenas tenía relleno, y casi que sólo sabía a pan.

De todos modos no nos pusieron pegas por meter comida de fuera, así que compramos pan y fiambre en una tienda del pueblo y nos hicimos nuestros propios sándwiches. Además de dos puestos de comida y dos o tres de bebida, había un solo puesto de camisetas y CDs con bastante material underground. Los baños se hallan en una caseta permanente, y unas cuantas terracitas de madera con mesas y bancos completaban el mobiliario festivalero. Mucha gente estaba sentada en la hierba o tumbada en toallas, en una zona en pendiente desde la que se ve bastante bien el escenario.

Volvamos a los conciertos. El segundo día llegamos más pronto, a las cinco y media o cosa así. De nuevo hubo un cambio en el orden de actuación, pues el grupo que estaba tocando mientras nos aproximábamos al escenario era Manheim, no Nahemoth, como estaba programado. Apenas vimos nada de su concierto. Los siguieron los italianos Darkend.

Cuando mis prejuicios y yo vimos que el cantante de Darkend traía unas rastas que me recordaron a Dani Filth, inmediatamente me invadió el escepticismo. Pero no fueron más que eso, prejuicios, y tras oír un poco enseguida cambié de opinión, porque sus canciones me parecieron muy buenas, con melodías trabajadas y variación. Vale, sí que tienen influencias de Cradle of Filth, pero el único concierto de estos británicos que vi en mi vida me horrorizó, mientras que los italianos molaron. También tienen cierta similitud con Dimmu Borgir. En el apartado visual fueron, con diferencia, la banda más espectacular de todas. Una pena que fuera de día, porque tenían candelabros con formas simbólicas, una mesita con un farol y dos calaveras, cosas así; y de noche podría quedar todo más tétrico y chachi. El cantante, que como frontman hace muy buen papel, se fue del escenario y volvió envuelto en una mortaja ensangrentada en una canción, en otra vino sujetando una calavera… Un concierto curioso de ver. El único miembro del público que no parecía muy interesado en lo que sucedía sobre el escenario era un chavalín de uno o dos años que pululaba por allí con una camiseta de Absurd.

Mil años de cambio de grupo otra vez, cosa a la que ya nos estábamos acostumbrando, y les tocaba el turno a los números uno del metal extremo de Ucrania: Nokturnal Mortum, el grupo que más me interesaba de todo el cartel. Durante la prueba de sonido la gente ya estaba tan motivada como si fueran por la mitad del concierto, coreando cachos de canciones y levantando los cuernos. Cuando por fin empezó de verdad, los integrantes del grupo salieron con su típica camisa eslava, salvo Knjaz Varggoth, el cantante, compositor, fundador, etcétera del grupo, que llevaba una especie de hábito negro; y todos ellos con la cara pintada de blanco y rayas azules o rojas.

Sólo eran cuatro tíos: dos guitarras, bajo y batería. Es un pecado que un grupo como este no lleve teclista, en mi opinión, aunque quizá tuvieran una buena razón; en cualquier caso, me llevé una pequeña decepción con este concierto. Eso de poner material grabado en playback es una cosa que hacen muchísimos grupos y que no me gusta nada de nada: significa que no dedican ni un minuto a arreglar las canciones de manera que puedan ser tocadas en directo. De esto ya iba avisado gracias a haber visto varios vídeos y haber escuchado ese directo hiperproducido (pero con DVD molón) llamado Kolovorot. Lo que no esperaba es que no hubiera por lo menos un teclista para disimular un poco. Aun salvando este detalle, por desgracia, el sonido fue bastante malo, con unos graves saturadísimos.

A ver, el concierto fue disfrutable: me busqué un lugar desde el que se oía un poco mejor, y las canciones las conocía casi todas, así que pasé un rato entretenido, pero esperaba mucho más. Quizá tenía el listón demasiado alto. Tocaron una canción nueva, que no me dijo gran cosa, pero ya avisaron que no es la versión final, que aún hay que pulirla; me fío de ellos porque en su infame directo de Katowice también tocan una versión bastante sosa de «Valkiria», canción que acabó siendo una joya. El resto de los temas estuvieron bien elegidos: «Слава героям», «Чёрный ворон» —con esta abrieron—, «Біла вежа» —que no me esperaba y me alegró bastante—, la coreadísima «Україна» (Ucrania en ucraniano) y alguna más que no recuerdo. No habría estado de sobra incluir algo más antiguo, pero tampoco me quejo; es que tampoco tocaron demasiado tiempo, una hora escasa, o ni eso, ya no me acuerdo. Se pasó rápido y no fue lo que esperaba. Una pena.

A continuación vino Shining. Me disculparéis, pero no los vi. Sólo me acerqué a hacer unas fotos al principio. Probablemente me habrían gustado, pero empecé a encontrarme un poco mal. Horas después estaría vomitando y sintiéndome hecho mierda (sin haber bebido una gota de alcohol), pero en ese momento no sabía que tenía el estómago en proceso de revolución y achaqué mi malestar al cansancio, así que me fui a dormir una siesta. Fue algo que comí que me sentó mal, pero tranquilos: ese día no comí nada de los puestos del recinto, era todo de fuera. De Shining puedo decir que a la gente a la que le pregunté le gustó bastante su concierto y que en el puesto de camisetas vendían una de modelo femenino en cuya espalda ponía: «I have a boyfriend at home but I think of Niklas Kvarforth when he fucks me».

Me desperté a tiempo para 1349. Menudo caos de grupo, colega. Yo había escuchado los dos últimos discos (que me gustaron lo justito) y no me esperaba tanta caña ni tanta velocidad; tantísimas, que fui incapaz de encontrar nada de música, para mí fue todo una bola de ruido. La puesta en escena fue genial, muy blackmetalera y muy necro, todos moviéndose bastante y agitando la cabeza, uno envuelto en un hábito con capucha, otro con la cara blanca y pinchos, etcétera; pero lo observé con más interés por la estética que otra cosa. Mis colegas me habían dicho que habían visto al grupo dos veces, una con Frost a la batería y otra con otro pavo, y que con Frost había sido infinitamente mejor. Ese día estaba Frost. Mi impresión sigue siendo la misma. No me imagino cómo sería con el otro.

Quedaban dos grupos, Immortal y Nahemoth. Los segundos no sé ni quiénes son y, de nuevo, cuando acabaron los primeros ya era bastante tarde; además ya pusieron en marcha el telesilla mientras probaba Nahemoth, así que el último grupo que vi en esta magnífica visita a Ucrania fue Immortal. Good evening, ladies and motherfuckerrrrrsssssah! [Gritos.] Let me hear all the ladieeeeesssss! [Gritos femeninos.] And now let me hear all the motherfuckeeeerrrrsss! [Gritos masculinos.].

Este grupo tiene todo eso de la pose ridícula, los videoclips hipercutres y sobreactuados de «Call of the Wintermoon» y de «Blashyrkh», etcétera; montones de cosas que a uno le pueden hacer pensar: ¿pero estos payasos de qué van? Sin embargo, tras ver una entrevista con Abbath (búscala si quieres en el Youtube por immortal interview reality check, pero te aviso de que está en inglés sin subtítulos) me di cuenta de que no se toma muy en serio esa pose, y seguramente los propios miembros del grupo fueron los primeros en descojonarse de sí mismos mientras hacían esos videoclips. Visto así, todo cambia mucho, ¿no? Coño, que hasta se puso a hacer una especie de moonwalk en mitad del concierto, y movimientos que parecían el paso del cangrejo. En la parte musical, pues qué os voy a decir de uno de los cuatro o cinco mayores clásicos del black metal, no me atrevo ni a empezar. El sonido fue correcto en todo momento; no llevaron pirotecnia ni apenas escenografía, pero se comen el escenario con su actitud. Menudos animales, me encantaron. Pena que yo no sea realmente aficionado ni conozca más de dos o tres canciones… Ojalá Nokturnal Mortum hubiera sido así, ji, ji, ji. Pero en serio, Immortal es un grupo que hay que ver si te gusta el black.

Títulos de canciones conozco pocos y recuerdo menos. Sé que por lo menos abrieron con «All Shall Fall», por el medio tocaron «One by One» y terminaron con bareeeeels! Bareeeeeels in de noooooorz! Pero sobre todo, mi recuerdo más bello de esta estival escapada a las pintorescas altitudes cárpatas: QUÉ PASADA «SOLARFALL» EN DIRECTO, colega.

Publicada originalmente en The Breathless Sleep el 1 de octubre del 2013 (no entiendo cómo pudo salir tan tarde), archivada en Furia Asgardiana el 1 de mayo de 2019.

viernes, 30 de agosto de 2013

Carpathian Alliance 2013, Día 1. 26 de julio de 2013 (Volosianka, UKR)

Por segundo año consecutivo, tuve la grandísima suerte de poder asistir a este festival en los Cárpatos ucranianos, al que ya tengo mucho cariño por todo lo que el viaje conlleva, y además el del año pasado supuso mi primera colaboración con The Breathless Sleep. Se trata de un evento que se celebra en lo alto de una montaña del suroeste de Ucrania, en una estación de esquí rodeada de pueblos pequeñajos, cuyos habitantes probablemente no están acostumbrados a ver semejante cantidad de foráneos en verano; y va por su segunda edición.

Al igual que en la anterior, dividieron el cartel por estilos: la primera noche estuvo dedicada al folk metal, y la segunda al black metal. Para la del folk, con Korpiklaani y Eluveitie de cabezas, los organizadores optaron por una propuesta mucho más comercial que el año pasado, que había tenido grupos más oscurillos como Moonsorrow o Týr. La noche black, por su parte, mantuvo su filosofía y, si cabe, aumentó el nivel: nada menos que 1349 e Immortal, frente a Carpathian Forest y Dark Funeral el año pasado, que tampoco estuvo nada mal. Pero qué queréis que os diga. Immortal es Immortal.

El gran error del año pasado fue empezar los conciertos a las ocho de la tarde. Este año escarmentaron y empezaron tres horas más temprano, lo cual me parece muy acertado, pero conllevó que mis dos colegas y yo no llegáramos a tiempo el viernes; el autobús nos dejó en el pueblo de Slavske casi a las cuatro, y entre encontrar el hotel, dejar las cosas, llegar a la estación de esquí, esperar una hora de cola y pasar cuarenta minutos en el telesilla, nos perdimos por completo a los dos primeros grupos.

En el caso de los ucranianos Paganland, único grupo repetido de la edición anterior, me fastidió porque el año pasado me los perdí porque tocaron muy tarde, y este porque tocaron muy pronto, además me llevaba unas cuantas canciones aprendidas. El otro grupo era español: Incursed. Cuando llegamos a la zona del escenario estaban subidos los también españoles Drakum, de los que vimos sólo dos o tres canciones sin prestar demasiada atención. Hacen folk metal, eso es todo lo que podía decir cuando acabaron. Horas más tarde me encontraría a dos de sus integrantes repartiendo pegatinas y maquetas, y me dieron una de cada; la estuve escuchando esta misma mañana y me sorprendió gratamente, así que si no los conoces busca algo por ahí, igual te sorprenden también. La maqueta se titula Around the Oak.

Se suponía que los siguientes eran los croatas Stribog, pero el grupo que salió fue Cruachan. No sé por qué, pero me imagino que los croatas tendrían problemas para llegar. Tanto da: el caso es que ahí estaban los irlandeses, de fama un tanto modesta para la cantidad de años y discos que llevan en el negocio. No me disgustan y tenía curiosidad por ver el concierto, que me encantó. Las canciones, que en estudio nunca me llamaron mucho la atención, en directo son geniales; aunque debo confesar que sólo reconocí cuatro: «Blood on the Black Robe» y «I Am Warrior», del último disco, y las versiones «Some Say the Devil Is Dead», de letra súper chorra y música ideal para saltar y hacer el mono, y «Ride On», más melancólica y, desde mi punto de vista, bonita como ella sola. Esta la cantó una tipa que subió al escenario a mitad del concierto; cantó varias más también.

Tras Cruachan vino el cambio de grupo. Y lo digo así, independientemente, por una razón. ¿Cuánto dura para vosotros un cambio de grupo en un festival? ¿Quince, veinte, treinta minutos? Este duró hora y cuarto. Como lo lees. Vale, vas a comer algo, curioseas en la tienda de discos y camisetas, charlas un poco y se te pasa el rato. Según bajaba de nuevo a la zona del escenario y me cruzaba con un chaval al que conocí el año pasado, salían los finlandeses Korpiklaani.

Es la cuarta vez que los veo ya, y creo que la mejor de todas. La selección de canciones estuvo bien; varias instrumentales, que son las que más me gustan. Si al violinista anterior lo apodaban “violinista soso”, con el nuevo no se puede hacer lo mismo, porque hace el mono tanto como los demás, y en alguna canción se puso a bailar dando patadas al aire. Lo más curioso del concierto fue «Husky Sledge». Está en su disco Manala, pero yo no lo llamaría canción exactamente. Por lo visto, el violinista está, o estaba, en un grupo que hace cosas chamánicas; lo que toca en ese corte es una melodía muy simple y repetitiva, en cierto modo hipnótica… o coñazo, según puntos de vista.

Se sentó en una silla y se puso a tocar eso con el violín mientras pataleaba en el suelo, haciendo así sonar los cascabeles que tenía alrededor de los tobillos. Pronto salió el cantante a hacer su “ahehe ahoho”, yoik o como se llame. Para ser sincero, el invento no me gustó nada y estaba deseando que se acabara, pero al menos hicieron algo original. Luego siguieron con canciones guays. Por supuesto, la animación entre el público era enorme, como siempre pasa en conciertos de grupos fiesteros de este tipo. Quedé contento con el concierto, la verdad.

Tocaron una hora. ¿Recordáis cuánto había durado el cambio anterior? Pues otra vez. A esperar mil años a que salga Eluveitie. De entrada, no me apetecía nada ver ni a Korpi ni a los suizos estos; y si bien con los finlandeses me lo acabé pasando bien y reuní algo de optimismo para lo siguiente, la verdad es que Chrigel y su pandilla no me animaron nada. Es curioso, porque escuché todos sus discos múltiples veces, sobre todo los últimos, pero las canciones acabaron mezclándose en mi cerebro y, quitando unas pocas, ya no reconozco casi ninguna.

Vale, esto es mayormente cosa mía. Pero, tras un tiempo de cambio absurdamente largo y qué sé yo cuánto rato de pruebas de sonido, no es que sonara genial tampoco. Había bastante barullo. Y encima, la gran humillación: en mitad de la primera canción, Helvetios, hay unos segundos en los que sólo suena una flauta. Pues bien: vimos a Chrigel tocar su flautita todo motivado en pose metalera, pero no se oyó NADA. Silencio absoluto durante ocho segundos o los que sean. También tuvieron la mala suerte de que su violinista no estaba con ellos, y no sé si faltaba alguien más. Conste que soy consciente de que nada de esto fue culpa suya. Considero que tienen un directo muy sólido, que lo dan todo y que la gente siempre se lo pasa que no veas; este concierto fue otra muestra más de lo que digo. Pero no son mi grupo, no.

Y ya está. Me apetecía bastante ver a Stribog, porque es un grupo muy desconocido y de muy pocos medios que me mola, y su concierto es de esos de: o lo ves hoy, o vete a saber si volverás a tener otra oportunidad. Pero ya eran más de las tres de la mañana, hacía frío (esa es otra, será julio pero en lo alto de la montaña hace una rasca que no veas, por suerte este año iba preparado y tampoco fue tan malo como el pasado) y, sobre todo, no nos apetecía esperar otra hora para un concierto que sabíamos que iba a ser corto. Así que, ante la quietud del telesilla, que aún no lo habían puesto en marcha, y que los quads de la muerte costaban diez euracos por persona, bajamos la montaña a pie y volvimos al hotel.

Al día siguiente, un chaval que vio el concierto de Stribog me dijo que en el público había unas treinta personas en total, la mayoría croatas, hasta el punto que la cantante empezó hablando en inglés pero enseguida cambió al croata; y que el concierto fue corto, media horita, pero estuvo muy bien, mucho teclado en plan sinfónico, y la voz de la tipa, fantástica.

Hasta aquí la crónica del primer día. La del segundo, ¡pronto en sus pantallas! ¡No cambien de canal! Pero actualicen la página regularmente.

Publicada originalmente en The Breathless Sleep el 30 de agosto del 2013, archivada en Furia Asgardiana el 1 de mayo de 2019.

miércoles, 10 de julio de 2013

Ghost. 20 de junio de 2013. Sala Szene (Viena, AT)

Unos días antes de que yo viera a Ghost, unos cuantos de mis amigos y conocidos los vieron en el Sonisphere de Madrid o de Barcelona. Uno de ellos me dio una opinión muy positiva, y los otros seis o siete, absolutamente negativa. Aun así, yo qué sé, a mí me hacía ilusión ir, así que me cogí un tren a Viena y me planté en la sala a las ocho de la tarde.

Qué alegría haber hecho más caso de mi propia intuición que de los malos comentarios, porque sinceramente, el concierto me encantó. Cuestión de gustos, claro. No había teloneros ni teloneaban ellos a nadie. Ghost era el único grupo que tocaría en la Szene esa noche, y a las ocho y media, tempraneros ellos, estaban saliendo los cinco fantoches con la cara cubierta al escenario, pronto seguidos por el Papa Emeritus II, su nariz ganchuda y su báculo con una cruz y una G. Tras ellos, un telón de fondo que imitaba las cristaleras de una iglesia, iluminado desde atrás, con un resultado bastante logrado. Completando la ambientación, mucho humo y luces acordes al imaginario fantasmagórico que llevan. El cantante lleva traje de papa, mitra incluida, todo ello adornado con la misma cruz de la G, y la cara pintada como una calavera, bastante currada. Generalmente abre poco la boca, supongo que para no deformar mucho la calavera, o a lo mejor es su manera habitual, no sé. En cuanto a los ghouls, llevan puesto un hábito y se cubren la cara con una máscara negra picuda que les da un aspecto a medio camino entre Darth Vader y una gallina Caponata satánica.

La primera sorpresa me la llevé con la intro, «Infestissumam». Empieza con un coro al que luego se unen los instrumentos; aquél sonó desde una grabación, pero éstos fueron tocados en directo aun tratándose de la intro, ¡y qué sonido más potente! No es lo que me esperaba, teniendo en cuenta lo blanditos que suenan los discos de estudio. Sin embargo, en directo, al menos en el concierto que presencié, el bajo y la batería estaban muy altos, lo cual «llena» mucho, y las guitarras estaban fuertes también, aunque cuando una se ponía a interpretar melodías, era complicado oírlas bien. Lo mismo con la voz. El hombre de por sí ya no grita mucho, y con ese muro sónico de fondo había veces que se le oía poco.

El repertorio fue genial. Tienen dos discos, uno de 35 minutos y otro de 48, y el concierto duró hora y veinte, así que tocaron casi todos sus temas. Más concretamente, como podéis ver más abajo, pudimos escuchar todos los cortes del primer disco salvo la intro, y siete de diez que tiene el segundo álbum. Si tenemos en cuenta que las composiciones de su debut, Opus Eponymous, me parecen bastante más interesantes que las de su continuación Infestissumam (a pesar de la abundancia de coros en este segundo, que me chiflan), y que las canciones omitidas son a la vez las que menos me gustan, entenderéis que me lo haya pasado como un enano.

El cantante, en su papel místico, no hace movimientos bruscos, sino que a veces alza un poco los brazos, o extiende una mano hacia el público, cosas así. En los estribillos coreados por el público («Con clavi, con Dio», «Zombie Queen»…) mueve las manos como un director de coro. Me hizo gracia su manera de «presentar» la banda: como sus identidades son secreto de estado, todo lo que hace es acercarse a uno de los músicos, señalarlo con las manos y hacer un gesto hacia arriba para que la gente le aplauda. Lo mismo con el siguiente, y así hasta completar los cinco. El misticismo sólo se rompe un poquillo cuando habla entre canciones y dice cosas como “we are having a fucking great time”, pero de todos modos suele presentar los temas de una manera relativamente solemne también. De vez en cuando incluso suelta frases en un inglés bastante literario/arcaico.

En fin, como veis, un concierto bastante original en lo que a lo visual se refiere, e inesperadamente potente en lo musical. También me gustó cómo terminó: con la canción «Monstrance Clock», que cierra su segunda obra, y el último minuto con el coro del final sonando grabado mientras todos cantábamos y ellos se despedían y abandonaban el escenario. Can chuguéder, chuguéder as uan…


Infestissumam
Per aspera ad inferi
Con clavi, con Dio
Prime mover
Elizabeth
Secular haze
Body and blood
Stand by him
Death knell
Satan prayer
Genesis
Year zero
Ritual

Ghuleh/Zombie queen
Monstrance clock

Publicada originalmente en The Breathless Sleep el 10 de julio del 2013, archivada en Furia Asgardiana el 1 de mayo de 2019.

martes, 16 de abril de 2013

Stratovarius + Amaranthe + Seven Kingdoms. 24 de marzo de 2013. Majestic Music Club, Bratislava.

El otro día, en la crónica de Sabaton y Eluveitie, os prometía la de la noche siguiente. Pues bien, aquí está: los encargados de animar la velada del domingo fueron los yanquis Seven Kingdoms, los sueco-daneses Amaranthe y los grandes del power finlandés Stratovarius.

Los primeros en salir fueron los de Seven Kingdoms, con su power más bien clásico. Aunque la cantante se empleó a fondo desde el principio, le costó un buen rato hacerse con los eslovacos, que parecían desconfiados, y las primeras veces que animó a hacer palmas sólo tres o cuatro personas la seguimos. Sin embargo, según avanzaban los temas, el ambiente se iba caldeando también; hacia la mitad la gente ya estaba bastante motivada, y en las últimas ya todo el mundo levantaba los brazos y saltaba.

En mi opinión, la música que hacen estos chavales no es lo más novedoso, pero las canciones tienen buenas melodías y en directo funcionan de maravilla. A mí, al menos, me gustaron todas, y creo que la manera en que consiguieron animar a un público inicialmente tan estático fue todo un logro. Media hora bien aprovechada, bien por ellos.

Tras un rato de cambio durante el cual eché un vistazo a la fauna de la sala que me hizo encontrar, no sólo alguna que otra pareja de más de cuarenta, sino incluso una señora de sexagenaria para arriba que lucía con orgullo su camiseta powermetalera, salieron al escenario los poperos Amaranthe. Con lo reaccionario que suele ser el público metalero cuando sale un grupo de tendencia tan clara hacia el pop, me sorprendió ver a tanta gente con la camiseta y comprando CDs y vinilos, la verdad.

Pero sí, aproximadamente la mitad de los presentes parecían haber asistido por Amaranthe principalmente, y no creo que salieran decepcionados: en hora y cuarto, este grupo de tres cantantes (y por tanto tres «frontpeople») consiguió que el interés no decayera en ningún momento; hasta a mí, que nunca me interesaron lo más mínimo, me entretuvieron. Estribillos fáciles de aprender, samples electrónicos abundantes, voces limpias masculina y femenina y una gutural masculina (que, dicho sea de paso, no se cansa demasiado… digamos que le dan poco trabajo), bastante interacción con el público, sobre todo por parte del cantante «limpio»… Aburrido no fue, desde luego, y la chavala se ganó unas flores de algún fan.

Finalmente salieron los que realmente me interesaba ver esa noche. ¿Qué decir de Stratovarius? Aunque no sea mi grupo favorito, fue uno de los primeros que conocí cuando me metí en el mundillo de los melenudos, y por ello le tengo un cariño especial. Al concierto fui un poco en plan a ver qué pasa, porque internet me había chivado que tocaban muchas canciones cuyos títulos no me sonaban, sólo había oído su disco nuevo (Nemesis) un par de veces y con poca atención, y el anterior hace casi dos años que no lo escucho.

¿Cuál fue el resultado entonces? Pues bien, ¡me encantó! ¡Conocía todas las canciones! Efectivamente, tocaron muchas del último (seis de trece), pero un par de escuchas distraídas resultaron ser suficientes para corear los estribillos. ¿Significa esto que los temas son tan simplones que se aprenden a la primera, o que están tan bien hechos que consiguen quedarse en el oyente sin esfuerzo? Juzguen ustedes. Yo sólo sé que me lo pasé como un enano.

Arrancaron con «Unbreakable», del disco nuevo, para luego pasar ya a un clásico: «Speed of Light». La primera mitad del concierto la pasaron alternando nuevas con clásicos; y me gustaría puntualizar también que, de las canciones que tocaron y que no eran del nuevo trabajo, la más nueva era del 2003 («Eagleheart»). No me sorprende que se saltaran los dos últimos álbumes de Timo Tolkki, pero sí me extraña que no sonara ni una nota de los otros dos que sacaron sin él. Desde luego, habría sido una idea mejor que incluir dos solos, uno de bajo y otro de teclado. En mi opinión, los solos en los conciertos deberían estar prohibidos en algún tratado internacional; pero qué se le va a hacer, es lo que tiene la democracia. El resto del espectáculo, afortunadamente, compensó los solos.

Puede uno preguntarse qué tal está de voz el amigo Timo Kotipelto, vieja gloria de los agudos powerosos. Pues bien: ya no alcanza esos agudos, pero sigue teniendo una voz grandiosa. Por suerte, tampoco intenta hacer lo que no puede, a sabiendas de que sólo conseguiría quedar en ridículo y de que con un Andi Deris en el mundo basta; con lo que su interpretación fue muy buena, manteniéndose en los registros que realmente domina. En un momento dado, dijo que había estado malo de la garganta unos días atrás, «mi voz hoy es la que es», pero sinceramente no noté ningún problema destacable. Cantó genialmente, a mi ver.

Cerraron el repertorio principal con la esperada y coreadísima «Black Diamond», que supongo que oída desde fuera habría sido un descojone, porque tropecientas personas haciendo cada una su versión de los chillidos ultrasónicos del estribillo tiene que ser algo digno de un museo de los horrores. Los bises fueron la calmada «Forever» y, por supuesto, «Hunting High and Low», durante la cual hicieron el típico parón para hacer cantar al respetable el estribillo varias veces. Un rato más tarde me di cuenta de que no habían tocado «Paradise», cosa rara, pero tampoco la eché mucho de menos.

La única mancha del concierto, al igual que la noche anterior, fue un sonido quizá un poco saturado. Se oían todos los instrumentos pero había mucho ruido, con lo que me llevó unos instantes reconocer varias de las canciones, debido a que me costaba encontrar la melodía. Pero quitando eso, que tampoco es que fuera horroroso, salí bastante contento de la Majestic.


Unbreakable
Speed of Light
Halcyon Days
Distant Skies
Eternity
Dragons
(Solo de bajo)
Fantasy
Abandon
Eagleheart
Stand My Ground
(Solo de teclado)
Black Diamond
———
Forever
Hunting High and Low


Publicada originalmente en The Breathless Sleep el 16 de abril del 2013, archivada en Furia Asgardiana el 1 de mayo de 2019.

lunes, 1 de abril de 2013

Sabaton + Eluveitie + Wisdom. 23 de marzo de 2013. Majestic Music Club, Bratislava.

En Bratislava no suele haber muchos conciertos metaleros, y menos aún de grupos grandes, así que el penúltimo fin de semana de marzo de 2013 fue todo un fiestón para los melenudos locales: en dos días pudimos ver a Sabaton, Eluveitie y las leyendas Stratovarius, además de otros tres grupos de calidad pero menor fama. En esta crónica se relata el sábado, con Wisdom, Eluveitie y Sabaton, y en otra podréis leer lo referente al domingo con Seven Kingdoms, Amaranthe y Stratovarius. Por cierto, para el concierto que aquí se refiere se agotaron todas las entradas varios días antes, luego había gente buscando como loca a alguien que se la revendiera.

Tras una larga y lenta cola para entrar en una sala que tampoco resultó ser tan grande, a las ocho en punto salieron los húngaros Wisdom a abrir la velada. Es un grupo al que no conocía más que de nombre, sabía que hacen power, pero poco más, y me llevé muy buena impresión de ellos. Aunque no sean muy conocidos, ya llevan más de una década en activo; pero también es cierto que sólo sacaron dos discos. Así y todo, me parece un poco injusto que sólo les dejen tocar media hora escasa. Pero es lo que hubo, y aprovecharon bien su tiempo. Me sorprendí a mí mismo al darme cuenta de que conocía una canción, «Heaven and Hell» (no, no es versión de nadie), probablemente de algún paseo por el Youtube. Muy buenas melodías, estribillos pegadizos y algún que otro juego de gritos con el público hicieron de su concierto algo realmente entretenido, pasó volando. Aunque también fue objetivamente corto. Los días anteriores habían tocado una versión de Iron Maiden, «Wasted Years», que en Bratislava se saltaron.

Los siguientes fueron los suizos Eluveitie, que llevan de gira con Sabaton más de un año, aunque personalmente no me parece que peguen mucho juntos; pero como me molan ambos, no me voy a quejar. Sin embargo, el concierto de Eluveitie me decepcionó un poco. Creo que parte de la culpa la tiene el sonido de la sala, que ambas noches me pareció muy ruidoso. El violín se oía, y la flauta también, pero la gaita no, nada, y en las partes más cañeras costaba encontrar la melodía, especialmente si no conoces de antemano todas las canciones, como es mi caso. Además hay que mencionar que faltaba Anna Murphy, la zanfoñera, que se tuvo que volver a casa por problemas gordos de salud no especificados, lo que provocó que tuvieran que elegir canciones que pudieran tocar sin ella. Grité como un energúmeno en «Thousandfold» y alguna más, pero a ratos no pude evitar que se me desviara la atención. Eso sí, no veas la animación de la audiencia y la cantidad de pogos que hubo. Tocaron unos tres cuartos de hora.

Tras la pausa de rigor, por fin llegó la hora de Sabaton. Anda que no tenía yo ganas ya de ver a estos suecos. En realidad los vi hace siete años (mon dieu, ¿siete ya? Pues sí, invierno del 2006… Cómo pasa el tiempo) en Oporto de teloneros de Dragonforce y Edguy, cuando aún estaban presentando su Primo Victoria, no los conocía casi nadie y yo, menos. Sólo pude ver sus últimas tres canciones, me encantaron y en cuanto llegué a casa me puse a escucharlos como un loco. Pero me estoy yendo por las ramas. Volvamos a la Eslovaquia de marzo del 2013, con un Sabaton que ya tiene seis discos de power potentorro de primer nivel y un público con un alto porcentaje de tiparracos vestidos de militares o con pintas de serlo, a juzgar por los músculos y las cabezas rapadas. Eso sí, educadísimos todos; yo tenía miedo de que hubiera algún colgado que se pusiera a hacer el subnormal, pero nada de eso.

Un concierto de Sabaton es, al mismo tiempo, un espectáculo cómico. Joakim Brodén es todo un comediante y, al parecer, es costumbre que en cada país les griten algo relacionado con bebidas alcohólicas. Así, en Hungría les gritan pálinka, pálinka, en Alemania les gritan nosequé de bier, y en Bratislava aún estaba sonando la intro cuando ya había empezado todo el mundo: Ešte jedno pivo! Ešte jedno pivo! (una cerveza más). La intro duró aproximadamente mil millones de horas, «The Final Countdown» incluida íntegramente, hasta que empezaron de verdad con «Ghost Division». Menudo fiestón. Pogos no vi ni uno en todo el concierto, pero saltos, brazos en alto, gente que se sabía las letras… genial en ese sentido.

Hace cosa de un año, Sabaton se reformó; se quedaron sólo los dos compositores, y el resto de miembros se piraron, así que ahora tres de ellos son nuevos, pero yo no noté ninguna diferencia. No tienen teclista; no sé si antes lo tenían o no, pero esa noche todas las partes de teclado, que son muchas y con gran importancia en casi todas sus composiciones, sonaron grabadas.

En unas cuantas ocasiones, Joakim nos preguntó qué canción queríamos oír, y daba a elegir entre dos. Primero anuncia los títulos; luego dice uno de ellos, quienes la quieren oír gritan, luego el otro, gritan los que la quieren, y la que más berridos reciba, gana. Y esa, amigos míos, es la historia de cómo me quedé sin oír «Into the Fire» en directo. Pero en su lugar cayó «Attero Dominatus», así que tampoco me quejo. Hubo otro juego: el de ešte jedno pivo, que consistió en competir a ver quién bebía más rápido un vaso de cerveza, y cada dos o tres canciones se le daba una oportunidad a alguien. El ganador, por si alguien tiene curiosidad, fue uno de los miembros del grupo, que tardó 2,7 segundos, si excluimos al batería, que se la tiró por la cabeza en menos tiempo.

Hubo dos canciones que tocaron por petición popular, no de esa noche sino de lo que llevan de gira. Para el que no lo sepa, el último disco, Carolus Rex, salió en inglés y en sueco, y la primera petición fue precisamente una canción en sueco. «¿Pero así cómo os vais a enterar si metemos la pata?», se preguntaba, y a continuación dio a elegir entre «A Lifetime of War» y «The Carolean Prayer». Ganó la primera. La otra petición fue algo de su primer disco, Metalizer (es el primero pero tiene una historia un poco rara de ediciones tardías, sellos tozudos, derechos de publicación y esas cosas). Entonces Joakim cogió un teclado, preguntó «are you ready to jump?» y empezó a tocar la melodía del «Jump» de Van Halen… Un payaso, como digo, siempre en el buen sentido de la palabra. Pero enseguida se pusieron a tocar «The Hammer Has Fallen», que yo no conocía.

Es curioso, hubo varias canciones que no conocía, y yo me creía guay. Una fue esa, otra fue «Far From the Fame», que pidió un grupito de personas a gritos y a mí no me sonaba ni de nombre (ahora acabo de leer en internet que no está en ningún disco), y la tercera fue «Swedish Pagans», que apareció como bonus track en la reedición de algún disco. ¡Eso es trampa! Como última anécdota, en la primera fila había un chaval joven; Joakim le preguntó su edad, que resultó ser nueve años, luego le preguntó si era su primer concierto de heavy metal, y al oír la respuesta afirmativa le regaló sus gafas para que tuviera un recuerdo.

Como veis, un espectáculo muy divertido y lleno de anécdotas. Siempre habrá quien se queje, con su buena parte de razón, de que el tiempo que gastan con las coñas podían aprovecharlo para tocar más temas, pues es cierto que a veces se tiraban varios minutos entre canción y canción; pero bueno, la verdad es que tocaron bastantes canciones, y así hacen un concierto un poco distinto. No me gustaría que todos los grupos hicieran lo mismo, pero en Sabaton me lo pasé bastante bien, tanto desde el punto de vista musical como desde el cómico, y no se me hizo pesado.



Ghost Division
Gott Mit Uns
Carolus Rex
Poltava
Cliffs of Gallipoli
Attero Dominatus
40:1
A Lifetime of War (en sueco)
The Lion from the North
The Hammer Has Fallen
Uprising
Swedish Pagans

The Art of War
Primo Victoria
Far from the Fame
Metal Crüe

Publicada originalmente en The Breathless Sleep el 12 de abril del 2013, archivada en Furia Asgardiana el 1 de mayo de 2019.

martes, 26 de marzo de 2013

Folk Farsang 2013. 23 de febrero de 2013. Club 202, Budapest

El pasado 22 de febrero, la magnífica sala Club 202 de Budapest volvió a albergar un evento organizado por Hammerworld, una promotora que, por lo que vi hasta ahora, tiende a hacer las cosas a lo grande siempre que puede. En este caso aprovechó la gira conjunta de Korpiklaani y Metsatöll para montar todo un festival folkmetalero que también incluyó a cinco grupos más de distintas nacionalidades.

Los primeros en salir, a las cuatro y media de la tarde, fueron los jovenzuelos húngaros de Ankh, que tienen guitarrista y batería nuevos desde la anterior vez que los vi, hace cinco meses. Dieron un concierto entretenido, pero una vez me dieron la impresión de «más de lo mismo»; se parecen demasiado a muchos otros grupos que hacen esa especie de Ensiferum más power. Sin embargo, sólo lanzaron un EP; con el tiempo seguramente encontrarán un camino un poco más particular. De todos modos, como digo, su directo entretiene.

Luego vinieron los eslovenos Avven, el grupo que más me apetecía ver ese día. Es curioso que, teniendo canciones más bien cortas, haciendo folk metal alegrillo, etcétera, me gusten tanto, pero la verdad es que tienen unas melodías buenísimas y canciones súper pegadizas. Todos tienen un instrumento en la mano, todos cantan y todos se mueven y animan constantemente. Me hizo gracia uno de los guitarristas, que tenía unas pintas que parecía salido de Rammstein… En su concierto hicieron algo que valoro mucho: en lugar de llevar grabadas las voces femeninas que aparecen en una o dos canciones, las sustituyeron por partes de teclado tocadas en directo. Todo muy bien, buena música y buen concierto, me encantó.

A continuación, Niburta, un grupo que actualmente lo está petando en su Hungría natal. Son un montón de gente, nueve o diez, y su música es una mezcla de otros tantos estilos: folk de distintas regiones europeas, death melódico, metalcore y qué sé yo cuántas cosas más. Sin duda, es un grupo tremendamente original y atrevido, cosa que aplaudo. Pero, fíjate tú lo que son las cosas, no me acaban de gustar. No tengo ninguna pega que sacarles, sólo que no son mi estilo. El problema que sí tienen en directo es que llevan tantos instrumentos que la mitad no se oyen. Zanfoñas, flautas, acordeones… ves que los tocan pero te tienes que imaginar el sonido que sale de ellos. La única canción que sonó bastante bien fue la acústica.

Llegó entonces el turno de los checos Silent Stream of Godless Elegy. Es curioso que estén en este tipo de eventos, pues aunque su temática sea pagana, son más góticos que folklóricos, pero la verdad es que hacen muy buena música y sus conciertos están bien, así que no me quejo. Fue similar a las dos veces que los vi en septiembre y que ya comenté aquí, en The Breathless Sleep, en su momento; un repertorio parecido (eso sí, eché mucho de menos «Pramen co ví»), los mismos bailecillos de los cantantes y los mismos saltos y animación en la coreable «Slava». Buen concierto también.

El cuarto grupo repetido de aquel concierto de septiembre al que me refiero constantemente fue Virrasztók, otros húngaros muy originales y difícilmente clasificables que mezclan gótico con algo de folk y con electrónica, y hablan de temas luctuosos. Pintadísimos, con ropas tétricas y el escenario lleno de hiedras, dieron un concierto cargado de teatralidad, como viene siendo costumbre. Lo que cada vez llevo peor es la voz de la cantante, que me parece espantosa, pero antes tenían a otra chavala que usaba el mismo tono, o sea que me imagino que lo harán a propósito.

A los estonios Metsatöll tenía curiosidad por verlos, sobre todo por lo mucho que me habló de ellos un amigo que estuvo en Estonia y me contó que allí eran famosísimos y la armaban un montón y que eran geniales en directo. Pues la verdad, sé que soy un bicho raro pero no me gustaron nada de nada. Digo que soy bicho raro porque el resto de la gente se lo pasó genial: pogos desde la primera canción hasta la última y una animación tremenda. Pero yo me esperaba algo más o menos épico y me encontré con una canción tabernaria detrás de otra; además hubo muchos momentos que parecía que improvisaban, o que no sabían qué tocar, y tocaban cualquier chorrada. Posiblemente las versiones de estudio sean iguales, no digo que no, pero a mí es la impresión que me dan esas canciones. Vamos, que no me gustó, un grupo que procuraré evitar en el futuro. Pero insisto en que hubo un montón de gente que se lo pasó pipa.

Finalmente, Korpiklaani. Era un poco escéptico, porque la primera vez que los vi, en octubre del 2008, estuvieron bastante bien, pero dos años (y un día) más tarde en Coruña se hicieron aburridísimos, para mí y para todos con los que lo comenté, así que no sabía muy bien qué esperarme de este concierto. Por suerte, estuvo guay. Tocaron un poco de todo, todas las canciones con nombre de bebida («Beer Beer», «Tequila», «Vodka»), y hasta la versión del «Iron Fist» de Motörhead.

Todos los discos estuvieron representados, con especial protagonismo de Manala, que es el que están presentando en esta gira. Si bien a Hittavainen se le apodaba Violinista Soso, al que tienen ahora, Tuomas Rounakari, no se le puede llamar lo mismo: teníais que verlo bailando la polka dando patadas al aire… Estuvo bien Korpiklaani, sí señor, y entre el público también hubo animación, y obviamente llenazo, que para eso eran el grupo grande de la noche. Buen concierto.

Pues eso es todo. Espero volver a tener pronto la oportunidad de ver un concierto en esa sala, que está muy bien, y siempre es una buena excusa para visitar Budapest.


Publicada originalmente en The Breathless Sleep el 26 de marzo del 2013, archivada en Furia Asgardiana el 1 de mayo de 2019.

viernes, 1 de marzo de 2013

Primordial + Moonsorrow + Taake + Helheim + Orkan. 1 de marzo de 2013. Sala Z-7, Pratteln

Dos días antes de la fecha del concierto salí de mi residencia en Bratislava con rumbo a Suiza, el país de los quesos, el chocolate, los relojes, la neutralidad y los precios escandalosamente desorbitados. Tras un día y medio de paseos casi ininterrumpidos por la preciosa Basilea, mi colega y yo nos dirigimos a Pratteln, donde la gente de Dragon Productions había programado un concierto tremendísimo: nada menos que Primordial, Moonsorrow, Taake y Helheim, más el añadido de última hora Orkan. Es decir, que nos esperaba el rato más oscuramente pagano o paganamente oscuro en bastante tiempo.

La sala Z-7, situada a las afueras de la ciudad y rodeada de árboles, está muy bien: grande, bien distribuida, excelente sonido, dos barras, mesas y sillas en un lateral… Pero le falta algo básico: ¡el ropero! Imagínate entrar de la calle, con temperaturas bailando alrededor del cero, con jerséis y cazadoras, y no tener dónde dejarlos. Los que estábamos en las primeras filas nos apañamos dejándolos en el foso; el resto no sé cómo harían, aunque haciendo cola fuera había un chaval en camiseta corta y temblando como un flan…

Eran las seis y veinte y estábamos comentando nuestra indignación cuando salió a escena el primer grupo de la noche, que para nuestra sorpresa no fue Helheim, como estaba anunciado, sino Orkan, al que no conocía. Tocaron media hora, durante la cual nos mostraron su black metal clasicote con toques thrash y claras reminiscencias a la época más primitiva de Emperor en algunos riffs (al principio de una canción llegué a creer que era una versión de Ihsahn y los suyos). Fue entretenido, pero no me entusiasmó, y el guitarrista no es gran cosa. Aunque cumple, los solos son un poco cutriños. La sala estaba medio vacía, como era de esperar a esas horas.

Tras irse ellos, sin prueba de sonido ni leches, no tardaron ni diez minutos en salir los noruegos de Helheim con sus cotas de malla. Qué conciertazo se pegaron, colega. No conozco los títulos de las canciones, pero para mi gusto fueron de menos a más: las primeras me gustaron a medias, hacia la mitad ya me estaban pareciendo una pasada, y el final con «Dualitet og Ulver», la única que conozco por su título, fue increíble. La versión de estudio de esta canción cuenta con la voz de Hoest, líder de Taake, en la parte final, y ¿adivináis quién salió a hacer esa parte? Exacto: el señor Hoest, ataviado con una capa negra con capucha, todo serio él.

Helheim tiene algo que no había visto nunca, que es que llevan dos percusionistas: un batería y un timbalero con dos grandes timbales, que se aburre un poco porque no participa demasiado. En cualquier caso, un toque de originalidad. El bajista y un guitarra se alternan al micro, hacen duetos y tal. La sorpresa final fue una versión del «Ace of Spades» de Motörhead, por supuesto coreadísima.

Tras no más de veinte minutillos de rápido cambio con sus correspondientes pruebas de sonido, salió a escena Taake, cuyo cerebro, Hoest, es la personificación del black metal. El maquillaje, la cara de malo, la ropa de calle raída… En definitiva, la imagen más clásica de este estilo, sin exageraciones ni exceso de pinchos ni de adornos. Lo mismo se puede decir de su música, claro: black metal crudo y súper trú. Fueron unos cuarenta minutos de caña constante.

Pero pasemos a la chicha, al morbo, a la carnaza, al espectáculo telecinquero: ¡cómo se emborrachó el hombre! Tenía delante de la batería seis o siete vasos de líquido naranja dispuestos en perfecta formación, de los que iba bebiendo aleatoriamente y abrevando a sus comparsas de vez en cuando; empezó más o menos sereno, siempre teatrero, con mucha pose malévola y mucho reptar por encima de los monitores, pero hacia el final hacía gestos graciosísimos, movimientos estrambóticos, posturas absurdas, se le cayó el micro treinta veces… Por suerte, en ninguna de esas veces le tocaba cantar; sólo hubo una vez que empezó a hacerlo y se dio cuenta de que tenía el micro suelto del cable, el cual se puso a atornillar con cara de concentración, pero enseguida siguió a lo suyo. Cuando tal llegó uno de los de Helheim y se puso a cantar con él cinco segundos, luego lo abrazó riéndose, le dio un rápido morreo (!) y se piró por donde había venido. El bueno de Hoest acabó tirándole la camiseta sudada al público, dejando así al descubierto sus tatuajes: una cruz invertida en mitad del pecho, un manchón (¿mapa de Noruega?) en una teta y un esqueleto infantiloide/grafitero con corona en un lado.

Sin embargo, por mucha payasada y muy borracho que estuviera, y sin yo conocer mucho su material, en ningún momento me dio la impresión de que se estuviera cargando las canciones o haciendo mal lo suyo, que es cantar y dar espectáculo, o sea que, a pesar de todo, ole por Taake, el concierto que dieron, los pogos interminables en la parte de atrás (en las primeras filas no hubo ni uno) y, sobre todo, el llenazo que logró en la sala, que los siguientes no pudieron mantener.

Esos siguientes de los que hablo son los maestros finlandeses Moonsorrow, esta vez con sangre de mentira, a diferencia de la anterior vez que los vi en Ucrania. Su tercer álbum, Kivenkantaja, cumple dentro de unos días una década desde su lanzamiento; quizá fuera esa, o quizá no, la razón por la que abrieron con «Raunioilla», que también abre dicho disco. El set fue relativamente corto, sólo una hora, lo que en términos munsorrianos significa cinco canciones, pero bien aprovechado.

La segunda fue la esperadísima «Huuto», que aunque está en el disco que sacaron hace exactamente dos años, no la empezaron a tocar en directo hasta hace unos meses, a petición popular, según creo. La pega fue que los teclados se oían muy poco; en la canción anterior no se notó tanto, pero en esta sí, porque en algunos momentos tienen bastante protagonismo, y había que imaginárselos. A cambio, la guitarra de Mitja Harvilahti —que, por cierto, estaba estrenando una nueva— se oyó como nunca durante todo el concierto, y por primera vez no tuve que usar la imaginación para apreciar el solo de «Kuolleiden maa». «Pimeä», que significa «oscuro», empezó con todas las luces del escenario apagadas; y el contrapunto a tanta oscuridad fue «Köyliönjarven jäällä», la única canción un poco más alegrilla. No tocaron «Sankaritarina», eso sí que es raro. He aquí el repertorio en orden:


Raunioilla
Huuto
Pimeä
Köyliönjarven jäällä
Kuolleiden maa

…Y a modo de epílogo, sonó «Matkan lopussa» grabada.

Después de cuatro grupos, no se había acumulado ni un minuto de retraso. Flipante lo de estos suizos. Todo iba según lo programado, y a la hora prevista empezó a oírse una voz masculina cantando a capella una canción folklórica irlandesa: era la hora de Primordial. La intro duró tranquilamente tres minutos. Mientras sonaba y estando aún las luces apagadas, Alan Averill Nemtheanga, el hombre o bestia (no lo tengo claro aún) que acapararía sin escapatoria posible la atención de todos los presentes durante la siguiente hora y media, simplemente salió al frente del escenario, nos miró, se quedó allí quieto un rato y se volvió a ir.

Luego, terminada la intro, llegaron todos, se encendieron las luces, una guitarra inició un punteo, y según se le unía el bajo, el hombre o bestia presentó al grupo como hace siempre: We are Primordiaaaaal! From the Republic of Irelaaaaaaand! Tras eso, recitó un par de versos de la canción que ya estaba sonando, «No Grave Deep Enough», y cuando se unieron el resto de instrumentos, desapareció el hombre y quedó sólo la bestia.

A algunos quizá os parezca exagerado que escriba así sobre él, pero lo pensé la primera vez que lo vi, en el festival Madrid is the Dark de octubre del 2010, y lo repito ahora: Nemtheanga es el mejor frontman que en mi vida vi, se come con patatas a cualquier otro, y eso que vi algunos geniales; pero la energía que irradia este pavo no es ni medio normal, además que si fuera actor ya habría ganado siete u ocho premios Oscar. Su manera de escenificar cualquier cosa, lo dramático que se pone al cantar ciertos versos, cómo mira a la gente a los ojos… Esta vez hizo un papel un poco más oscuro que la anterior vez que lo vi: llevaba una capucha negra que no se quitó en ningún momento y unas tiras de tela atadas alrededor de las palmas, como si tuviera heridas.

En el aspecto exclusivamente musical, tuvimos la grandísima suerte de presenciar un concierto salpicado de rarezas. Acabada la primera canción, el hombre o bestia dijo que, como habían estado en Suiza poco tiempo antes, esta vez habían decidido incluir en el repertorio canciones que no suelen tocar, y la siguiente fue una de su debut, allá por 1995; unos cuantos pensamos que sería «Fuil Arsa», ¡pero no!, fue «Let the Sun Set on Life Forever». De las rarezas, la que más me sorprendió fue «Traitors Gate», que además es de mis favoritas y pensé que nunca la iba a oír en directo; imaginaos mi emoción en ese momento. Lo reconozco, ¡soy un flipado, jajajajaja!, pero de verdad que, sin ser un gran aficionado de Primordial en estudio (sólo tengo un disco y ni siquiera los escuché todos), tienen un puñadete de canciones que me encantan, y ver a ese animal interpretando una de tus favoritas, especialmente cuando no la tocan casi nunca… en serio, impresiona. Hasta tardé unos instantes en creérmelo, porque nunca me acuerdo de su nombre y no estaba seguro de si era esa. Yo la conozco como The tyrant resurrected as king, limitado que es uno…

Fue durante esa misma «Traitors Gate» cuando la bestia sin rastro de hombre empezó a señalar a alguien entre el público con gesto amenazador. A continuación saltó al foso, se subió a la verja en spidermánica pose, siguió señalando al chaval, y de un salto se plantó delante de él y lo encaró haciéndole retroceder, como si estuviera a punto de partirle la cara, la cual en esos momentos era un poema. Luego volvió al escenario, terminó la canción, y ahora es cuando no me queda claro si todo eso fue parte del teatro o de verdad pasó algo. Dijo algo que no entendí muy bien en plan «que no te vuelva a ver pegarle a una mujer, ¿los demás visteis eso?, ¿lo visteis?», o eso creo haber entendido, pero luego sonrió agachando la cabeza y mirando hacia un lado. Fue un momento muy extraño.

La otra rareza que tocaron fue «Cities Carved in Stone», que musicalmente no me acaba de convencer pero cuya letra está cargada de significado para mí. Las demás, a excepción de «The Coffin Ships», fueron todas de los dos últimos discos. Las del To the Nameless Dead ya las había oído y me gustó volver a hacerlo; sólo habría cambiado «Heathen Tribes», que dedicaron a Moonsorrow, por «Gallows Hymn» y habría sido un concierto perfecto. Del Redemption at the Puritan’s Hand, que personalmente creo que tiene varios temas bastante flojos, dieron exactamente con mis tres favoritas.

Se suponía que tenían que acabar a las doce menos cuarto, pero desde bastidores les dijeron que podían tocar un poco más, y gracias a eso pudimos disfrutar de la cuasi baladística «The Mouth of Judas» antes de cerrar con «Empire Falls». Resumiendo: un concierto bestial, genial, tremendo, impresionante, podría seguir listando sinónimos y seguiría sin poder expresar la grandeza del espectáculo que vivimos en Pratteln, Suiza, en esa hora y media.



No Grave Deep Enough
Let the Sun Set on Life Forever
Bloodied Yet Unbowed
As Rome Burns
Traitors Gate
Cities Carved in Stone
The Coffin Ships
Heathen Tribes
The Mouth of Judas
Empire Falls


Publicada originalmente en The Breathless Sleep el 26 de marzo del 2013, archivada en Furia Asgardiana el 1 de mayo de 2019.